El mundo soñado no puede estar supeditado a que las cosas se paralicen, se queden tal cual, eso sería muerte. La vida es energía, la energía es movimiento, y éste es cambio; todo cambio es transformación, y en toda transformación la vida florece para dar más vida. Esto es ineludible y es el milagro de la vida, y va mucho más allá de nuestros temores más infantiles o de nuestros más poderosos deseos de controlar. Venimos de allí, somos eso, y es inherente al vivir.
¿Cuánto pesas, cuánto mides? Sí, tú. Imagina ahora de dónde vienes; de la fecundación de un microscópico espermatozoide en un óvulo, y allí comenzó un viaje muy complejo y milagroso hacia la vida, donde cada segundo arrojaba cambios, procesos, situaciones de peligro, placer y orgullo, todo inserto en este viaje de vida.
Un día, cuando más plácidos nos encontrábamos, nos damos cuenta de que no cabemos, que el espacio es insuficiente; nos aterramos, nos negamos, pero algo más poderoso que nosotros nos impulsa a salir, y sentimos que pasamos de una embarcación a otra, a realizar este nuevo y dificilísimo viaje, y si nos resistimos, atentamos contra lo vivo en nosotros y en nuestra madre, por lo tanto, salimos con dolor, dificultad, al shock de lo que otros llaman vida y que ahora comienza a ser nuestra también.
Hasta que mamá, de nuevo, nos toma en sus brazos y sentimos su olor, la reconocemos, nos entregamos en su regazo, pero ya nunca seremos los mismos que estuvimos dentro de ella, ahora todo será distinto, nuevo, lleno de viajes, algunos turbulentos y peligrosos, otros más simples, lo importante es que al timón de ese barco, ahora de adulto, sólo estoy yo, y que en ese inacabado plan de navegación, yo tengo ingerencia, oportunidades y procesos que vivir, con lo mejor de mí.
Recuerda siempre tu viaje, y retoma el timón de tu barco que ahora sólo tiene un faro que ilumina el crecer como única ruta.
Autor: Carlos Fraga.
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