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lunes, 29 de marzo de 2010

Hechos bochornosos de la historia contemporánea de Venezuela: RECADI y su chinito... Y LO PEOR: Lo mismo hicieron Caldera y Chávez años después!!!

Con el "Viernes negro", los venezolanos despertaron de un sueño y entraron, de repente, en una larga pesadilla: Devaluación constante del signo monetario, complicaciones con el pago de la deuda externa, amenazas de bajas en los precios petroleros y vigencia de RECADI como fuente de corrupción

A 25 años de aquella experiencia, nuestro país parece no haber aprendido de sus errores y sigue empeñado en depender en un gran porcentaje del sector petrolero como generador de divisas. Mientras sigamos esta dependencia, los vaivenes del mercado petrolero, dictarán el errático comportamiento de nuestra economía.

Desde el "Viernes negro", cada uno de los pisos sobre los cuales se ha apoyado la economía venezolana, como el dinero, la gasolina y la política, entre otros, se han venido desplomando sistemáticamente. Antes del "Viernes negro" nuestra vida giraba alrededor del dinero fácil, sostener las apariencias y de un vivir bastante bien con muchas facilidades en todos los sentidos.

Cuenta la historia...

Se conoce con el término de "Viernes negro", al viernes 18 de febrero de 1983, porque hasta este día el dólar se cotizaba libremente en nuestro país a 4,30 bolívares. Hasta este día, Venezuela disfrutó de tasas de inflación muy bajas (en un período, las más reducidas del mundo), tipo de cambio fijo, altas y sostenibles tasas de crecimiento, al igual que una situación de balanza de pagos bastante favorable, que se mantuvo hasta esta inolvidable fecha.

A partir del "Viernes negro", los venezolanos aprendimos a vivir con el peligro de que nuestros ingresos cambiaran de valor, a causa de la depreciación de la moneda, de acuerdo a los vaivenes de la economía. Fue este día en el que se produce una grave crisis económica, debido a la caída de los precios del petróleo, que trajo como consecuencia, al mismo tiempo, la fuga de capitales, viéndose obligado el gobierno de ese entonces, presidido por Luís Herrera Campíns, a imponer un control de cambio para restringir la salida de divisas y a devaluar la moneda de manera salvaje, ya que de 4,30 bolívares por dólar, pasamos a 14,30 de un solo golpe.

El "Viernes negro" será recordado para siempre como el final de un largo período de estabilidad cambiaria y de precios que tuvo Venezuela y el inicio de una nueva era de devaluación - inflación y fuerte recesión, proceso del cual, 25 años después, lamentablemente no hemos podido salir.

La caída de los precios del petróleo que llevó a las exportaciones petroleras de 19.3 millardos de dólares en 1981 a casi 13.5 millardos en 1983 (una caída del 30 por ciento) y el inicio de la crisis de la deuda en América Latina, produjeron una fuga de capitales de casi 8 mil millones de dólares y por ende el correspondiente descenso de las Reservas Internacionales, factores que hacían inminente una devaluación.

Dependiendo del "boom"

A pesar de los factores enumerados, estos solo fueron consecuencias obvias del agotamiento del modelo económico venezolano. La estructura fiscal del Estado rentista no pudo seguir generando los recursos necesarios para satisfacer sus necesidades crecientes en condiciones de estancamiento y disminución prolongada de los ingresos petroleros.

Recordemos que el gran error de nuestro país fue la percepción de permanentes y los dos "boom" petroleros de 1974 y 1979. El de 1973-1974 puede ser catalogado como el origen de la crisis cuando se creó el hábito del consumo, estimulando la propensión a importar, el gasto de viajeros y la inversión de inmuebles en el extranjero. En esa época se popularizó la creencia internacional de que los venezolanos eran ricos, dado que cuando iban a Miami o a cualquier isla del Caribe, la ostentación era casi uniforme: El "ta' barato dame dos" se hizo la consigna de ese nuevo riquismo criollo que transcendió fronteras.

Con el "Viernes negro" los venezolanos aterrizaron aparatosamente en la Tierra: No éramos ricos, la devaluación del bolívar fue una constante, hubo complicaciones para pagar la deuda externa, también amenazas de bajas en los precios petroleros, y se instauró la Oficina de Régimen Cambiario (RECADI) -venta de dólares regulada por el Gobierno-, que se transformó en un antro de corrupción.

Las medidas

El domingo 20 de febrero el Presidente Luís Herrera Campíns dicta un decreto de suspensión de la venta de divisa extranjera durante los días lunes 21 y martes 22. Esta medida fue extendida posteriormente hasta el día 25 de febrero y el día 22, por Decreto Presidencial, se establece un control diferencial que permite el cambio de 4,30 bolívares por dólar sólo para los gastos corrientes, envío a estudiantes del exterior, amortización de las deuda pública interna y la privada externa y para las operaciones de la industria petrolera, del hierro y otros renglones.

De esta forma, el Banco Central pasa a controlar la compra y venta de divisa extranjera. La corrección del tipo de cambio no fue tan fuerte por el establecimiento del control cambiario, sin embargo, si analizamos el mercado libre paralelo de la época, vemos que para finales de 1983 el diferencial alcanzaba casi un 180 por ciento. El "Viernes negro" golpeó a todos, indistintamente de la clase social y la tendencia política a la cual pertenecieran.

Asimismo, a través de RECADI, creado por Luís Herrrera, generó numerosos hechos de corrupción jamás vistos en el país. Desde que se implantó el régimen de cambio en 1983 y hasta 1989, no se conoce aun cuánto dinero se despilfarró, pero se dice que fueron por lo menos 60 mil millones de dólares, sin contar con los casos que no lograron ventilarse a la luz pública.

Uno de los aspectos más graves de ese hecho fue la enorme carencia que la sociedad en su conjunto tuvo por la falta de esos millardos, que todavía hoy, tiene sus secuelas negativas, ya que estos recursos se dejaron de invertir en el país. De nada valió que, en marzo de 1984, apenas iniciada la gestión del Presidente Jaime Lusinchi, éste lanzara un plan económico que incluía, entre las muchas medidas, la liquidación y reorganización de institutos y empresas del Estado y la reducción de sueldos y viáticos.

El chino de Recadi

RECADI fue cerrada en 1990 y las innumerables denuncias de corrupción, fueron engavetadas y los casos que se ventilaban en los tribunales, quedaron sin sentencia por parte de la Justicia venezolana. Los jueces de aquel entonces manifestaron que era muy difícil comprobarle delito alguno a los altos funcionarios del gobierno involucrados y solamente una persona pago sus culpas, el famoso "chinito de RECADI", un ciudadano asiático de nombre Ho Fuk Wing.


Fuente original del texto (no disponible el enlace ahora) recabada del diario venezolano La Voz.

Historia Oficial de Venezuela: De la democracia de la segunda mitad del siglo XX al militarismo populista de inicios del siglo XXI

Al irse de Venezuela el 23 de enero de 1958, el dictador Marcos Pérez Jiménez, una junta de gobierno presidida por el contralmirante Wolfang Larrazabal prometió que se realizarían elecciones libres antes de finalizar el año.

Los dirigentes políticos principales, quienes habían regresado al país desde el exilio, se reunieron y el 31 de octubre de 1958 firmaron el "Pacto de Punto Fijo", el cual tenía por objetivo afianzar el naciente sistema democrático, fijando las reglas de convivencia entre partidos.

Finalmente, y tal como se había ofrecido, se realizaron las elecciones generales resultando ganador Rómulo Betancourt, candidato del partido social demócrata Acción Democrática (AD), quien derrotó a Wolfang Larrazabal, candidato de la Unión Republicana Democrática (URD) y a Rafael Caldera, candidato del partido social cristiano COPEI.

El período de Rómulo Betancourt fue bastante tumultuoso ya que hubo varios alzamientos militares y hasta un atentado contra la vida del mismo presidente. En 1962 hubo varios alzamientos militares que recibieron los nombres de "Carupanazo" y "Porteñazo", por haberse desarrollado en las ciudades de Carúpano y Puerto Cabello, respectivamente. Estos movimientos de guerrilla eran de corte izquierdista y se dice que contaban con el apoyo del presidente cubano, Fidel Castro.

El atentado al cual nos referimos ocurrió en la conmemoración del Día del Ejército, el 24 de Junio de 1960, cuando el presidente se dirigía a presidir el desfile militar en "Los Próceres de Caracas". Rómulo Betancourt sufrió quemaduras en las manos, al explotar un automóvil que estaba estacionado en el paseo de los ilustres, justo cuando pasaba la comitiva presidencial. El jefe de la casa militar murió en el atentado. Las averiguaciones posteriores arrojaron que el autor intelectual había sido el presidente dominicano, el dictador Rafael Leonidas Trujillo, secundados por varios conspiradores venezolanos.

Durante el período de gobierno de Rómulo Betancourt, se formuló el I plan de la nación, se inició la reforma agraria, se fundó la Corporación Venezolana de Guayana (CVG), la Corporación Venezolana del Petróleo (CVP). Otro hecho importantísimo fue que Venezuela, bajo el patrocinio del ministro de Minas e Hidrocarburos, Juan Pablo Pérez Alfónzo, conjuntamente con Arabia Saudita, Irán, Irak y Kuwait fundaron la Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP), ante la resolución que habían tomado las empresas petroleras internacionales de bajar los precios del petróleo.

En 1963 se realizaron las elecciones generales, resultando ganador el copartidario de Rómulo Betancourt, Raúl Leoni. Era la primera vez en la historia de Venezuela que un presidente electo por el pueblo entregaba el poder a otro presidente también electo por el pueblo. El gobierno de Raúl Leoni se llamó de "Amplia Base" por haber invitado a participar en el gabinete a militantes de Acción Democrática, URD y del Frente Nacional Democrático (FND), así como algunos independientes.

Mención especial se merece doña Menca de Leoni, la esposa del presidente, por su labor en pro de la mujer y de la infancia, que le valió el aprecio y reconocimiento de toda la población venezolana.

Un año antes de las elecciones, el partido Acción Democrática sufrió una fuerte división con la salida de Luis Beltrán Prieto Figueroa, quien aspiraba a la candidatura presidencial, pero al no obtenerla se separó del partido y fundó el Movimiento Electoral del Pueblo (MEP). Esto permitió que Rafael Caldera, el eterno candidato de COPEI, resultara electo con el 29% de los votos, frente al 28% del candidato adeco, Gonzalo Barrios. Los partidos URD, FND y el Frente Democrático Popular (FDP) se unieron para formar el el "Frente de la Victoria" con Miguel Ángel Burelli Rivas como candidato, quien recibió el 22% de los votos, mientras que Prieto Figueroa recibía el 19%.

No cabe duda que uno de los grandes logros del nuevo presidente, Rafael Caldera, un abogado que obtuvo el título de Doctor en Ciencias políticas de la Universidad Central de Venezuela, fue el de lograr la paz política y social, terminando con las guerrillas que habían existido en el país en los 10 años anteriores. También intentó la regionalización del país en ocho regiones administrativas, buscando un desarrollo integral y armónico del país.

En materia petrolera, firmó la "Ley de Reversión", primer paso hacia la nacionalización de la industria petrolera, en la cual se establecía que en 1983, se revertían todas las concesiones petroleras que habían sido otorgadas a las empresas petroleras extranjeras.

En cuanto a las obra públicas, desarrolló Parque Central, un importante complejo urbanístico de Caracas, el Poliedro de Caracas, un centro de espectáculos e inició la construcción del metro de Caracas.

Al final del período de Rafael Caldera, ocurrió un evento que marcaría profundamente la sociedad venezolana de los próximos años: En octubre de 1973, como consecuencia de la "guerra del Yom Kippur" entre Israel y Egipto, los países árabes realizaron un embargo petrolero que ocasionó que los precios pasaran de 3 $/barril a 14$/barril, triplicando el presupuesto de la nación de 14 a 42 mil millones de Bolívares.

El nuevo presidente, el adeco, Carlos Andrés Pérez, obtenía el 49% de los votos, derrotando a Lorenzo Fernández de COPEI, quien obtenía el 37% de los votos.

Carlos Andrés Pérez (CAP) se encontró con un problema que muy pocos gobernantes del mundo han tenido: ¿Qué hacer con tanto dinero? Lo que cuesta explicarse, es que al culminar el período de gobierno, el próximo presidente, Luis Herrera Campins se quejaba que "recibía un país hipotecado". En efecto, a todo el caudal de ingresos adicionales que recibió CAP por el incremento de precios del petróleo se añadió el endeudamiento por las grandes inversiones que debían hacer de Venezuela un "gran País".

Para canalizar los ingresos adicionales y tomar medidas urgentes, CAP pidió al Congreso, y le fueron otorgados, poderes extraordinarios en materia económica. Esto le permitió la creación del Fondo de Inversiones de Venezuela (FIV) y la nacionalización de la industria del mineral de hierro. También se promovió la política de pleno empleo, y por primera vez, se fijó un salario mínimo.

Otra acción que tuvo un gran impacto positivo, fue el programa de becas "Gran Mariscal de Ayacucho", que le permitió a miles de venezolanos formarse en universidades del extranjero.

Mención especial merece la "Ley orgánica que reserva al estado la industria y el comercio de los hidrocarburos", mediante la cual se "nacionalizaba" (se debería decir "estatizaba") el petróleo, a partir del 1 de enero de 1976.

Previo a esto, el 30 de agosto de 1975, se creó Petróleos de Venezuela S.A. (PDVSA), la empresa destinada a manejar los recursos de hidrocarburos de Venezuela.

A pesar del gran influjo de dinero que tuvo el gobierno, no pudo retener el poder en las elecciones de 1978 cuando el candidato opositor de COPEI, Luis Herrera Campins, derrotó al candidato oficial, Luis Piñerúa Ordaz. Su campaña política fue muy hábil, cuando con la frase ¿Dónde están los reales (dinero)? expresaba la frustración del venezolano común que se preguntaba donde había ido a parar toda esa abundancia de recursos.

Cuando Luis Herrera Campins declaró que "recibía un país hipotecado", muchos venezolanos se alegraron pensando que el gobierno se ocuparía de pagar la deuda y disminuir así el peso de la misma, pero estaban equivocados: Cuando Luis Herrera salió del gobierno, la deuda se había incrementado.

Adicionalmente, en ese período se inició un fuerte proceso inflacionario que aún no se ha parado, se inició la fuga de capitales y una fuerte recesión económica que condujo a la primera devaluación de la moneda nacional, el Bolívar, en muchos años. Fue el llamado "Viernes Negro" que los venezolanos de esa época recuerdan como el fin de la bonanza y el inicio de una crisis que aún perdura. Ese viernes, el 18 de febrero de 1983, se instituyó un control de cambio diferencial, es decir que a partir de ese momento se dejaron de vender los dólares libremente a 4,30 bolívares por dólar, y se vendían a dos precios. Uno más bajo para ciertos productos y servicios prioritarios y otro más alto, para todo el resto. La institución encargada de administrar este cambio dual fue RECADI, hoy en día sinónimo de corrupción, ya que muchas personas y empresas con declaraciones falsas e importaciones ficticias, conseguían dólares baratos y los vendían más caro. Lo más triste es que hubo un solo preso, el conocido "Chino de Recadi", un ciudadano de origen chino, probablemente uno de los casos menos graves.

Estos acontecimientos, precisamente unos meses antes de las elecciones, fueron mortales para COPEI, el partido de gobierno, y permitieron que Jaime Lusinchi, el candidato de Acción Democrática derrotara por amplio margen (57% vs. 35%) al ex-presidente, Rafael Caldera.

Sin embargo, sería injusto no mencionar que en el gobierno deLuis Herrera, la educación y la cultura tuvieron un gran impulso. Resaltan la construcción del complejo Cultural Teresa Carreño, y la culminación de la primera línea del metro de Caracas, ambos inaugurados en 1983, año del bicentenario del nacimiento de Simón Bolívar.

Una de las primeras medidas que tuvo que tomar Jaime Lusinchi, fue la recuperación de la economía venezolana y el refinanciamiento de la pesada deuda externa. Al igual como lo hizo Carlos Andrés Pérez en su oportunidad, Lusinchi solicitó poderes extraordinarios al congreso, con la llamada "Ley Habilitante".

Sin embargo, durante todo el período de gobierno duró el régimen de control de cambios administrado por RECADI.

Lo que si se puede mencionar como positivo, es que se empezó a retornar la confianza en la economía del país y que durante todo el gobierno de Lusinchi, hubo paz social. Esto permitió que la popularidad del presidente se mantuviera bastante alta, durante todo su mandato. Su reputación empeoró posteriormente, cuando el próximo presidente tuvo que tomar medidas económicas muy fuertes, al encontrarse las reservas internacionales del país en uno de los niveles más bajos.

A pesar de haber sido acusado de corrupción en su primer gobierno, lo cual se tradujo en el sonado caso del "Sierra Nevada", un buque frigorífico comprado durante su gobierno, el ex-presidente se lanzó a la campaña política, con gran éxito, ya que logró el 53% de los votos, vs. un 40% del candidato Eduardo Fernández de COPEI. (Nótese el alto nivel de polarización, en donde dos candidatos obtienen más del 93% de los votos).

A los pocos días de haber asumido el poder, ante la crítica situación macro-económica del país, el presidente Pérez anunció una serie de fuertes medidas, lo que se denominó como "El Paquete [de medidas económicas]". Entre las medidas estaban la eliminación del régimen de cambios diferenciales, la eliminación de restricciones para las tasas de interés, la eliminación de subsidios y de controles de precio, así como el incremento de los precios de la gasolina.

A los pocos días, el 27 y 28 de febrero, se produjo algo que no se había visto en Venezuela por muchos años: un estallido social de gran envergadura, en el cual hubo disturbios y saqueos por parte de turbas que iban destruyendo todo lo que conseguían, tanto en Caracas como en las áreas vecinas de Guarenas, Guatire, La Guaira, Catia La Mar y en los valles del Tuy. El gobierno tuvo que reprimir los disturbios con el ejército en la calle y suspendiendo las garantías constitucionales, dejando un saldo de numerosos muertos. Es lo que se conoce como el "Caracazo".

Los problemas no terminaron ahí. Unos años después, en 1992 se produjeron dos intentos de golpe de estado. El 4 de febrero, un grupo de oficiales, intentó tomar el poder. Francisco Arias Cárdenas, logró el control total en el estado Zulia, apresando al gobernador del estado, Oswaldo Álvarez Paz. Otro de los golpistas, Hugo Chávez Frías, encargado de tomar la capital fue apresado, y ante las cámaras de televisión del país, asumiendo con mucha valentía la responsabilidad por lo ocurrido, declaró que "por ahora", debían parar en su intento de cambiar el rumbo del país.

Unos meses más tarde, el 27 y 28 de noviembre, se produjo un nuevo intento golpista, cuando otros oficiales, Gruber Odreman y Visconti también fracasaron, teniendo que huir hacia el Perú.

En el año 93 la presión política contra el gobierno siguió aumentando y Carlos Andrés Pérez fue progresivamente perdiendo el apoyo de su mismo partido, lo cual condujo a que en el segundo trimestre del año en curso, se le siguiera un juicio en contra por mal uso de la partida secreta, lo cual condujo a su destitución, unos meses antes que terminara su mandato presidencial. El historiador Ramón J. Velásquez fue nombrado presidente interino, hasta tanto se eligiera el próximo presidente.

Cuando se produjo el primer intento de golpe de estado en 1992, todos los venezolanos debieron permanecer en casa observando el desarrollo de los acontecimientos por televisión. En el Congreso se produjeron una serie de discursos condenando a los golpistas. En particular, en un apasionado discurso, el portavoz de Acción Democrática, David Morales Bello exclamó "muerte a los golpistas". Le siguió en el uso de la palabra, el ex-presidente Rafael Caldera, quien con un excelente olfato político se dio cuenta que había un gran descontento y decidió captarlo en su discurso, justificando de cierta forma, el intento de golpe. Esto le valió un alza en su popularidad que le permitió ganar las elecciones en diciembre de 1993, derrotando al candidato de Acción Democrática Claudio Fermín, al de COPEI, Oswaldo Álvarez Paz y al sindicalista Andrés Velásquez, candidato de la "Causa R". Nótese que Rafael Caldera no fue el candidato de COPEI, ya que al no obtener la nominación del partido que había fundado, decidió fundar un nuevo partido llamado Convergencia. Contaba también con el apoyo de una multitud de pequeños partidos, entre los cuales estaba el Movimiento al Socialismo (MAS), y que se denominó el "chiripero".

El gobierno del presidente Caldera se dividió en dos partes. En los primeros años, su gobierno fue de corte "populista", en donde se volvieron a establecer controles de precios y no se subió el precio de la gasolina, que estaba alcanzando unos niveles tan bajos que la hacían una de las más baratas del mundo, llegándose a vender bajo su precio de costo más transporte, es decir con pérdidas.

Ante el deterioro de la economía del país, a mitad del período se produjo un cambio radical, cuando el nuevo ministro de planificación, Teodoro Petkoff, un antiguo guerrillero de izquierda en la década del 60 y militante del MAS, introdujo una nueva política económica, conocida como la "Agenda Venezuela".

Al poco tiempo de subir al gobierno, Caldera había otorgado la libertad a los líderes golpistas de 1992. Hugo Chávez, quien había tenido el beneficio de una aparición de 35 segundos en la televisión nacional y que había logrado captar todo el descontento por las fallas de la democracia, empezó a subir poco a poco en las encuestas, que liderizaba anteriormente Irene Sáez, alcaldesa de Chacao y ex Miss Universo, quien recibió la postulación por parte del partido COPEI.

En diciembre de 1998, sucedió un fenómeno electoral impensable unos años atrás. Los dos principales partidos del establecimiento AD y COPEI, no recibieron ni siquiera el 5% de los votos. Hugo Chávez, candidato del Movimiento V República (MVR), ganaba ampliamente las elecciones, sobre el ex-gobernador de Carabobo, Enrique Salas Römer, quien había fundado un movimiento político denominado "Proyecto Venezuela".

Antes de asumir el poder, Hugo Chávez anunció que realizaría un referéndum para decidir si se cambiaba o no la constitución nacional, que databa de 1961, con el argumento que era la fuente de corrupción y de problemas del país. En efecto, cuando asumió el poder juró sobre la "moribunda" constitución y decretó la convocatoria al referéndum.

El referéndum fue aprobado por amplia mayoría. Siguieron otras elecciones para nombrar los miembros a la asamblea constituyente, en las que el gobierno logró obtener 128 de 132 representantes. La nueva constitución fue redactada rápidamente y en diciembre de 1999 fue ratificada en un nuevo referéndum, también por amplia mayoría.

Hugo Chávez, cumpliendo con su promesa de transformación radical del país, logró así "acabar" con los partidos políticos tradicionales, con la Corte Suprema de Justicia, con el Congreso, con el Consejo Nacional Electoral, en pocas palabras, con todos los organismos constituidos. Mientras se "relegitimizan" las nuevas autoridades, nombró un nuevo congreso (denominado "Congresillo"), un nuevo Consejo Nacional Electoral, una nueva Corte Suprema. Sus opositores dicen que usurpó el poder para concentrarlo en su totalidad, sus partidarios dicen que es un paso necesario en la reconstrucción del país. La historia dirá quien tiene razón...

Fuente: http://www.venezuelatuya.com/historia/democracia.htm


Otros enlaces de interés (casi de obligatoria consulta):

MOTOBODA en Caracas


Por la zona de Bello Monte, Las Mercedes...

domingo, 28 de marzo de 2010

Hechos bochornosos de la historia contemporánea de Venezuela: Raiza Ruiz


Texto presuntamente original del Dr. Guillermo COLMENARES-ARREAZA.

Raiza Ruiz, caída del cielo. La metáfora de la sobrevivencia nacional.

Caso del YV -244 C, martes 01 de septiembre de 1981.

28 años después cuenta como sobrevivió en la selva, fue dada por muerta y sepultada…. Historia sorprendente de VENEZUELA que aún es noticia.

En su féretro había huesos de animales, una lapa y un venado. El caso conmovió al país, no sólo por la irresponsabilidad de quienes levantaron el siniestro, anatomopatólogos y autoridades en general, sino porque su regreso a la vida “legal” fue una batalla de años. Una durísima resurrección en tribunales.

Por cierto. El “Dr” que certificó en la autopsia que los huesos de la lapa eran los de la Dra Ruiz , fué designado años después por el presidente Hugo Chávez como ministro de sanidad y jefe de salud en Venezuela. Es mas... Hasta un hospital “revolucionario” lleva su nombre.

http://bitacoramedica.com/weblog/2009/11/quien-recuerda-a-raiza-ruiz-28-anos-despues/

En agosto de 1981, Raiza Ruiz le entraba a la Medicina por el sur, un costado que le resultaría doloroso en más de un sentido.

Tenía veinticinco años y estaba en el Amazonas haciendo la rural, requisito para optar al título de médico cirujano, en acto pautado para unos meses más tarde. Había sido destinada a Maroa, punto que el mapa ubica en ese pico que nuestro territorio hunde en el de Colombia, allá abajo.

Para ese momento Raiza no tenía nada de particular.

Hija de orientales (sucrense él, de Anzoátegui ella) avecindados en Caracas, una buena estudiante de la Universidad Central de Venezuela, notable, eso sí, por su minúscula complexión, metro y medio en el que parece caber la vitalidad de un equipo de fútbol.

Sin embargo, el primero de septiembre de ese año el rostro de Raiza se haría famoso en todo el país: el avión en que viajaba había desaparecido en plena selva.

Cinco días después, el sábado, una lápida con su nombre se erguía en el camposanto; y el lunes siguiente su cuerpecito, todo costras y quemaduras, era encontrado en algún lugar de esa nada venezolana en que transcurrieron los hechos.

-Nosotros íbamos a Puerto Ayacucho explica Raiza, con la voz más dulce y el cuerpo cruzado por cicatrices- a protestar por las pésimas condiciones de trabajo de los médicos rurales y a cobrar por primera vez, en mi caso.

El avión salió un martes de Maroa a San Carlos para recoger al médico, al odontólogo y al enfermero y de allí irse todos juntos a Puerto Ayacucho.

Pero se cayó en la ruta de Maroa a San Carlos, como a las nueve de la mañana.

“Había un tiempo cerrado, todo se veía blanco. Y de repente nos vimos metidos en las matas. Yo no sentí la precipitación del avión, simplemente me vi rodeada de unas ramas y pensé: esto es insólito, ¿cómo aterrizamos aquí? Yo no podía concebir lo que había pasado, cómo va alguien a pensar algo tan absurdo como que el avión donde va se ha caído.

Era que estábamos buscando ya el espacio para aterrizar y, como no se veía nada, nos metimos en la vegetación. No hubo caída, sólo un trancacito.

El avión se metió entre las copas de los árboles y después fue que estalló y terminó de caer”.

-Con ustedes adentro.

-Si. Yo gritaba, los demás no, no sé por qué, estarían desmayados o mudos de la perplejidad pero el caso es que no gritaban. Yo pensé que estaban muertos y salí de allí, después salió el piloto, el capitán Rómulo Ordóñez, luego el otro señor, un juez colombiano llamado Juan Manuel Herrara… y el otro, el agente policial Salvador Mirabal, no salió, se ve que había perdido el conocimiento.

Cuando se apagó el fuego los hombres lo sacaron y todavía estaba vivo, murió al poco tiempo por las horribles quemaduras que tenía, nunca he visto algo tan espantoso como eso.

-¿Por qué se alejaron del lugar del accidente?

-Esa es la gran pregunta.

Temíamos que no iban a encontrarnos porque el avión había caído en un lugar muy tupido, apenas el clarito donde caímos y todo lo demás era cerrado, tanto que estaba lloviendo y abajo apenas llegaban las góticas. Pensábamos que no debíamos estar tan lejos de San Carlos.

Y yo, nunca se lo dije a ellos, pero tenía horror de ver un cadáver descomponerse allí, al lado mío. Además, teníamos mucha sed, estábamos muy quemados y necesitábamos agua.

Fue todo eso… el miedo… por eso abandonamos el sitio, que ahora sé que no debimos hacerlo.

-Entonces comenzó la caminata.

-Una caminata eterna. Conseguimos un riachuelo chiquitico, tomamos agua y empezamos a seguirle el curso con la esperanza de encontrar el Río Negro o uno más grande, pero nunca lo encontramos.

-En ese riachuelo el juez colombiano decidió quedarse.

-El juez se sentía muy mal, no podía caminar, lo dejamos en un sitio cercano, con agua, y le dijimos que seguiríamos adelante para buscar ayuda y que luego nos reuniríamos.

-¿Cuál era el estado de este hombre?

-Estaba muy asustado y, sobre todo, muy adolorido por las quemaduras y por algún traumatismo abdominal y ocular. Me pedía que no me fuera, que me quedara con él y lo acompañara. Yo no sabía qué hacer. Pensé que era más sensato seguir buscando ayuda.

-¿Usted cree que él apelaba a su compañía como médica?

-Como gente. Le espantaba la idea de quedarse solo y necesitaba la compañía de una persona. Ser médico allí no ayudaba en nada, más bien me desayudó porque estaba siempre consciente de lo que nos estaba pasando y eso me producía mucha angustia. Los primeros tres días comencé a presentar fiebre.

Después dejé de orinar, sabía que tenía una infección muy severa, que estaba deshidratada, que iba a caer en shock… después de eso voy a morir, pensaba.

Llevaba una secuencia siniestra de los hechos.

Y eso no me ayudó en lo absoluto. Por otra parte, no tenía nada con qué ayudar, más que un cinturón que usé para inmovilizar una fractura.

Los indígenas baré que me rescataron me dijeron después que si yo hubiera cubierto de lodo mis quemaduras, que al principio eran leves, no se hubieran infectado después ni se hubieran cubierto de moscas y gusanos.

Pero yo, como médica, hacía lo contrario: tratar de mantener limpias las áreas quemadas.

-Usted y Rómulo Ordóñez continuaron entonces el camino.

-El tercer día, el jueves, llegamos a un sitio muy extraño donde había unos árboles muy grandes, caídos, que tenían unas inscripciones, unos nombres escritos. Se ve que eran vestigios de la época del caucho.

Llegamos allí y nos pusimos a caminar entre los troncos derribados. Vagábamos como fantasmas.

De pronto, Rómulo se quedó parado ante uno de los árboles y me señaló lo que estaba escrito. Mira, me dijo, éste es el nombre de mi hija. Era un árbol caído que servía como puente sobre una especie de gran estanque de agua.

En los dos extremos del agua había unos claritos y uniéndolos, el árbol. Abandonamos ese sitio el mismo día, caminamos tratando de seguir el río pero volvimos a llegar allí. Todo el tiempo escuchábamos el ruido de aviones y helicópteros.

Al día siguiente decidimos pararnos en cada uno de los claritos y hacer señales cuando sintiéramos un avión cerca.

Eso que uno ve en las películas, tan absurdo, la gente gritándole a un avión; eso lo hicimos nosotros.

Sentimos venir uno y empezamos a gritar, a pegar saltos, a agitar los brazos.

En un momento, yo dejé de escuchar a Cigarrón, pasé corriendo por el árbol y cuando llegué a donde él estaba lo encontré muerto.

No hice nada, no sé cuánto tiempo estuve allí mirándolo e intentando convencerme de que Cigarrón estaba muerto.

-¿Sabe las causas exactas de su muerte?

-Él estaba más quemado que yo, pobrecito.

Tenía fracturas, por lo menos una de costilla.

Se había lastimado un pie después del accidente, durante la caminata, nos habíamos caído y no podía caminar bien.

Tenía problemas respiratorios y tosía constantemente.

-¿De qué hablaban mientras caminaban?

-No creas que hablábamos de nada trascendente.

Hablábamos de la familia, de lo que pasaría cuando nos encontraran, de lo que estaríamos haciendo en ese momento si no estuviéramos perdidos en la selva, de lo que más queríamos hacer en el mundo.

Lo que él más quería hacer en el mundo era estar con sus hijas; y yo lo que más quería era bañarme, ponerme ropa limpia y fumarme un cigarrillo.

Mis cigarrillos se habían quedado en el avión, después los encontraron.

Supongo que hablábamos incoherencias… ¿te acuerdas de tal película?… yo tenía un perro que se llamaba tal… de su esposa… de cuando éramos niños…

-¿Lograban dormir?

-Muy poco. Era muy difícil. El primer día nos cogió la noche en un morichal, un pantano, como soy tan chiquita el agua me llegaba a la barbilla y casi me ahogaba.

Bajo el agua, la hojas del moriche nos cortaban las piernas, eran como cuchillos.

Con la noche encima no lográbamos ver nada, no sabíamos dónde estaba la orilla y llovía constantemente.

Intentábamos dormir agarrados de los troncos… en vano.

-¿Qué hizo usted después de que Ordóñez murió?

-Cuando logré salir del estado de dolor y pánico en que aquello me dejó, me fui de allí pero volví a regresar.

Estaba completamente perdida.

Pasé la noche del viernes cerca de su cadáver.

Parecía que era imposible dejar aquel sitio; al menos siguiendo el curso del riachuelo, era imposible.

El sábado decidí abandonar el río y continuar en otro sentido. No volví a pasar por aquel lugar terrible pero perdí el agua, mi único alimento.

-¿No comía hojas?

-Un día me comí una hojita. Es que tenía miedo, no sabía qué cosas podían ser venenosas.

Cigarrón me había dicho que los indígenas de la zona acostumbraban usar ciertas hojas de allí para preparar un veneno llamado pica-pica y nadie sabía qué material vegetal era la base de eso.

Ante el terror, no comía nada. Pero el sábado me comí una hoja larga, como de lirio, que me supo rico, algo así como lechuguita sabrosa.

El domingo comí unas frutas rojas que estaban picadas de pajaritos lo que me hizo pensar que no debían ser venenosas.

Y el lunes me encontraron. Caminé de martes a lunes, casi una semana.

-¿Cuál fue la peor parte? ¿El hambre, el miedo?

-Las noches. Eternas, oscuras, húmedas, tenebrosas, llenas de ruidos, pobladas de animales, de insectos que no podía ver.

-¿Lloraba?

-Todo el tiempo.

-¿Rezaba?

-No exactamente. Por alguna razón a mí se me bloqueó completamente la existencia de los santos y de las vírgenes.

Me acordaba directamente de Dios.

Pero no puedo afirmar que fuera un diálogo muy amistoso que digamos.

Le reclamaba aquella injusticia, no entendía por qué nos sometía a aquella cantidad de cosas.

No tengo, le decía, ni siquiera la edad como para haber acumulado tantos pecados que purgar.

Cómo es posible.

Yo creo que el tipo se obstinó y terminó dejándome a mi suerte.. no me la calo, habrá dicho.

Ese año habían ocurrido unas cosas que me habían impactado tremendamente: había muerto Bobby Sand, un preso político de Margaret Thatcher. Bobby Sand, que era irlandés, entró en una huelga de hambre y la señora lo dejó morir de hambre.

No debía estar en mis cabales porque mientras caminaba, peleaba con Dios por mi situación, por dejar morir a Bobby Sand, porque Pinochet seguía en Chile tan campante, mandando.

¿Y los desaparecidos?, le echaba en cara a Dios mientras avanzaba en la selva, perdida, llorando a moco tendido.

-¿Temió en algún momento que hubieran suspendido su búsqueda?

-Si. En algún momento se me cruzó esa idea pero la deseché inmediatamente, me parecía absolutamente inaceptable (todos saben que la búsqueda duró muy poco). El día viernes, después de la muerte de Cigarrón, pasó un avión militar tan bajito que yo creo que me hubieran visto.

Pero le tuve tanto miedo a ese avión, no me pregunten por qué, sentí tanto terror que me escondí debajo de un árbol.

Yo estaba en un clarito, las posibilidades de ser vista eran muy altas, pero sentí pánico de aquel avión tan grande… supongo que ya estaba rozando la locura… después supe que ahí iban mis restos.

No puedo explicar esto.

-¿Qué ocurrió a partir del momento en que los niños indígenas la vieron?

-Ellos me ven el domingo en la tarde. Yo tenía intacto mi reloj, de manera que siempre sabía el día y la hora.

Esa tarde yo sentí, no los vi, sentí que allí había gente, hubiera podido jurar que aquello era gente, no animales.

Yo estaba tendida en la tierra, ya no podía dar un paso, estaba muy débil, daba dos pasos y me caía.

En ese momento sí quería morirme porque ya estaba demasiado mal, estaba sufriendo mucho.

Entonces sentí la presencia de los niños y me di cuenta de que se habían ido. Me quedé allí toda la noche y al día siguiente me encontraron los adultos.

-¿Tuvo miedo de ellos cuando los vio?

-Sí, qué absurdo. Después de tanto desear el encuentro con una persona, me asusté.

Y lo que les pedí fue que me indicaran cómo llegar a San Carlos.

No hay duda de que estaba sumida en un estado cercano a la locura.

-¿Qué hicieron ellos?

-No me hicieron caso.

Me dieron agua poco a poco, me curaron, me limpiaron los gusanos que tenía en el cuello, rezaron, cantaron y construyeron un catumare para transportarme (una cesta que ellos se cuelgan de la frente para acarrear cosas pesadas, cacería, troncos de árboles) y me dejaron hablar.

Cuando salí de Maroa en el avión, pesaba cuarenta kilos; en ese momento pesaba treinta y dos kilos.

-La dejaron hablar…?

-Uno de ellos, el señor Jesús, habla español.

En las últimas horas de la caminata yo no hacía sino ensayar lo que iba a decir cuando me encontraran: yo soy la doctora de Maroa, tuve un accidente, llevo tantos días caminando… un cuento que me había repetido ochenta veces y lo solté allí mecánicamente.

Sólo que lo dije mezclado con sueños, con incoherencias.

-¿Ellos hicieron lo correcto, desde el punto de vista médico?

-Perfecto. Si no fuera por la intervención de ellos, te garantizo que no estuviera viva.

-A partir de su formación científica ¿usted cree que los rezos de los indígenas tienen algún poder de curación?

-Lo tuvo para mí. Cuando ellos empezaron a cantar y a rezar yo comencé a sentirme aliviada.

No sé si eran los rezos o simplemente la presencia de ellos, pero me tranquilicé y recuperé el deseo de vivir.

-¿Qué pasó después?

-Otra odisea. Me llevaron a un riachuelo donde tenían una canoa muy pequeña.

En ella me llevaron hasta el Río Negro, donde tenían una lancha un poco más grande, con motor.

De allí me llevaron a su aldea en Agua Blanca.

Yo sólo podía pensar en una pantaleta limpia y ellos me la dieron, toda la gente de la aldea fue a verme y alguien me trajo una pantaleta enorme que, desde luego, no pude ponerme.

Durante todos esos días me hacía pipí encima, estaba muy hinchada y sabía que si me bajaba el bluyín no me lo podría subir de nuevo.

Yo olía a tigre, siempre he pensado que los niños me encontraron fue por el olor y no por los gritos.

La gente de la aldea me dio el poquito de leche que tenían y un pedacito de casabe. Me supo a gloria.

Después me llevaron a San Carlos (y no a Maroa, como yo quería).

Fueron muy juiciosos, todas sus decisiones fueron muy atinadas.

-¿Qué pasó en San Carlos?

-De todo. Yo conocía al teniente de la Guardia Nacional y al personal de la médicatura porque había estado una semana antes.

Pero no había nadie, todos estaban en Caracas en mi entierro.

Cuando empezaron a cortar mis pantalones fue que me di cuenta del estado en que se encontraban mis piernas, pensé que iba a perder al menos una, la que estaba más repleta de gusanos.

Tuve que superar el yeyo que me dio y empezar a darle instrucciones al odontólogo, que estaba más asustado que yo, y a una enfermera auxiliar, los únicos que estaban.

Pónganme un suero, un toxoide, yo no soy alérgica a la penicilina, pónganme un antibiótico, busquen solución de anís para limpiar los gusanos.

-¿Anís?

-Ellos también se sorprendieron. Pensaron que yo necesitaba echarme un palo después de haber pasado por tanta cosa.

Y apareció de todo, no sé de dónde salió en San Carlos hasta una botella de champaña, todas las bebidas alcohólicas del mundo… menos solución de anís.

En esos días había ocurrido un incidente y la frontera estaba cerrada (la frontera allí es como decir el edificio de enfrente, con el río de por medio).

Cuando entendieron que el anís tenía fines estrictamente medicinales, una monjita se pasó clandestinamente a Colombia a buscar solución de anís y la pusieron presa.

Fue un drama para que la soltaran pero llegó a tiempo con la botella. Las oraciones de las monjitas de San Carlos también me reconfortaron, yo no quería que me dejaran ni un minuto.

Esa noche me trasladaron a Puerto Ayacucho. Estaba lloviendo a cántaros y llegó una avioneta a buscarme.

-¿Cómo se sintió otra vez en un avión?

-Cómo crees, aterrada. Me salvé del primero, pensé, pero de ésta no me salva nadie.

El aeropuerto de San Carlos es una cosa mínima, con piso de tierra, no hay condiciones para aterrizar ni despegar, no hay luces, nada. Allí sólo hay tráfico aéreo de día y eso cuando el tiempo lo permite.

-El piloto de esa avioneta es otro más que se sumó a la cadena de solidaridad.

-Una estrella.

Es un veterano de Vietnam, uno de esos norteamericanos que están aquí con las Nuevas Tribus.

El avión aterrizó en San Carlos después que se pusieron todos los carros (no más de cinco) y motos del pueblo, además de unas antorchas, alrededor de la pista para darle alguna visibilidad al piloto.

No puedo describir el espanto que yo sentí al ver eso.

Pero me montaron y me llevaron a Puerto Ayacucho.

-¿Iban sólo usted y el piloto?

-No. También iba El Tigre, un excelente piloto venezolano; y un médico, Antonio López, el que había firmado mi certificado de defunción.

-La llevaron al Hospital de Puerto Ayacucho.

-Si, después de que en el aeropuerto me crucé con un periodista italiano que no sé por qué estaba allí, este hombre vino a hacerme preguntas y yo lo insulté preguntándole dónde estaba él cuando los médicos pasamos penurias, cuando no tenemos recursos para cumplir con nuestro trabajo y cosas así. Me llevaron al hospital, me anestesiaron y no supe más.

-¿Cuándo vuelve a saber de sí misma?

-En Caracas, al día siguiente. La misma avioneta me sacó de Puerto Ayacucho y me trajo. Yo estoy muerta y viva, gracias a un avión. Recuerdo la llegada al aeropuerto, la cara de mi papá, llorando y rezando (mi papá es ateísimo).

Me veo en la ambulancia aferrando la mano de mi papá. Y nada más.

Llegué directo a terapia intensiva y después a pabellón.

-Pasados veintiocho años ¿cree usted ahora que valió la pena sobrevivir?

-Si. Yo no tengo grandes cosas, no tengo riquezas, nada especial, pero estoy viva.

Por otra parte, uno no sobrevive para las grandes cosas sino para vivir la vida normal, no hay cosa más grande que la vida normal, ver a su familia, a sus amigos, para dormir en una cama limpia, para ver las calles conocidas, para ayudar a los otros… incluso para saber quién fue a tu entierro y quién lloró por ti.

sábado, 27 de marzo de 2010

Profesionistas vs Limosneros en VENEZUELA

Este estudio está lleno de verdad ¡y ojo! también hay que tomar en cuenta a:

1.- Los Franeleros.
2.- Los "Sacudidores"
3.- Los Limpiaparabrisas
4.- Los “TA CUIDAO" que te "ayudan" a estacionar.


LEANLO ESTA SUPER INTERESANTE, LUEGO DECIDA SI DEBE SERGUIR PAGANDO POR SU SHOW CALLEJERO…¡PARA QUE ESTUDIAR?

ESCUCHE, SI NO QUIERES QUE HAYA GENTE PIDIENDO DINERO EN LAS ESQUINAS NO LES DES DINERO NI SIQUIERA UN BOLIVAR; POR FAVOR AYUDA A VENEZUELA, HAGAMOS GENTE PRODUCTIVA, NO DEPENDIENTE.!


LIMOSNERO VS. PROFESIONALES EN VENEZUELA.

El siguiente, es el levantamiento de datos realizado por un estudiante en Práctica de Ingeniería: Un semáforo cambia de estado, en promedio, cada 30 segundos (treinta segundos en rojo, treinta segundos en Verde). Por lo tanto, por cada minuto, un limosnero tiene 30 segundos de tiempo útil para lograr recibir un mínimo de BsF. 1,00

Con este esquema, en 1 hora de trabajo el limosnero habrá recaudado: (60 minutos x BsF. 2.00/minuto) = BsF. 120.00/hora. El limosnero trabaja 8 horas por día, descansando Los domingos, DA un promedio de 25 días 'trabajados' por mes, lo que deja un ingreso de:
(25 días / mes x 8 horas / día x BsF.120.00/hora) = BsF. 24.000 al mes.

¿Será que ésta es una cuenta absurda...?

Ahora bien BsF. 2.00 o BsF. 3.00 y a Los mas generosos Los he visto Dar hasta BsF. 5.00 (seguro creen ser mejores personas, mas bondadosas que Las que Dan 1 BOLIVAR).

Sin embargo, vamos a ser conservadores y asumir que en realidad el limosnero sólo recauda la mitad de la cuenta inicial, o sea: BsF. 60.00/hora. Haciendo nuevamente Las cuentas tendremos un valor final de BsF. 12,000.00/mes.

Esto equivale al salario promedio bruto de un supervisor de Ingeniería, que se desempeña en una empresa de mediano porte; trabajando 48 horas nominales por semana, y aún teniendo que ir Los domingos a resolver Los problemas de mantenimiento y otros.... Amén de Las horas extras no remuneradas...

De esta forma, cuando el limosnero recibe BsF. 5.00 (que no es raro), puede descansar tranquilo debajo de un árbol por Los próximos 9 cambios de luz del semáforo, y sin ningún jefe que lo joda, sin tener que redactar sus objetivos, sin evaluaciones etc....


Incluso es injusto para con las personas que están despiertas desde la madrugada haciendo arepas, empanadas, dulces y otras cosas para ganar dinero honradamente, quienes muchas veces se devuelven a la casa con las manos vacías o con parte de la mercancía. Es injusto para con todos aquellos que nos sudamos la gota gorda para ganarnos cada bolívar.


Pero hasta aquí todo es teoría... ahora vamos al mundo real:

Con estos datos en mano, fui a entrevistar a una mujer que pide limosnas y que siempre va a cambiar Las monedas en una tienda de barrio (a Los bodegueros les encanta el sencillo).

Le pregunté cuánto recibía de limosna por día; ¿Saben lo que me respondió...?

Pues la cuenta inicial estuvo bastante aproximada: ¡¡¡Un promedio de BsF. 400.00 a BsF. 450.00 diarios!!!

Con esto nos queda un ingreso mensual de: (25 días / mes x BsF.400.00/día) BsF.10,000/mes o de: (25 días / mes x BsF. 450.00/día) = BsF. 11,225.00/mes, lo que en promedio DA: ¡¡¡BsF. 10,625.00 /mes!!!


Y peor aún: Ella me dijo que jamás llega a trabajar ni si quiera 8 horas diarias...ni tampoco los 6 días a la semana...

MORALEJA: ¿Es mejor ser limosnero que trabajar como Ingeniero? (O CUALQUIER OTRO PROFESIONAL EN VENEZUELA)...
pedir limosna es mas lucrativo.

Ahhhh... ¡y no pagan impuestoooooos: ni ISLR, ni ALQUILER de 1ª, 2ª, 3ª, 4ª, 5ª ETC......categoría!....ni han tenido que estudiar, practicar 'X' años, Entonces:
¿Tienes BsF. 1.00 que me regales?

QUE LAS EMPRESAS PAGAN MENOS QUE LO QUE PERCIBEN LOS LIMOSNEROS????

CREEMOS CONCIENCIA!!! NO CONTRIBUYAS A LA FLOJERA.


- Recibido por e-mail, autor desconocido.

MARZO 2010.

domingo, 21 de marzo de 2010

APITERAPIA, ¿te interesa? INFORMACIÓN AQUÍ - Definición - Lo que hay en Venezuela

Apiterapia es el uso terapéutico principalmente de apitoxinas (veneno de abeja) y otros productos de las abejas, como la miel, el polen, la jalea real y el propóleo.

Aunque se ha dicho que la apiterapia podría usarse para tratar una gran variedad de condiciones y enfermedades, su eficacia no es avalada por estudios clínicos rigurosos. Los creyentes en esta terapia, han sugerido una amplia variedad de padecimientos y enfermedades como candidatas a ser tratadas con ella, la más conocida es la terapia del veneno de la abeja para las enfermedades autoinmunes y la esclerosis múltiple.

http://es.wikipedia.org/wiki/Apiterapia


La Asociación Venezolana de Apiterapia (AVA), está constituida por médicos, apiterapeutas, apicultores, biólogos, odontólogos, entomólogos, toxicólogos los cuales colaboran en la misma de forma totalmente altruista, con el fin de divulgar la Apiterapia tanto a nivel nacional como internacionalmente. Su Misión es:

1 .- Fomentar el estudio de la Apiterapia en general, así como de todas y cada una de sus ramas, y todos los demás campos afines o conexos.
2.- Promover e impulsar la investigación científica en dichos campos.
3.- Propiciar y mantener un elevado nivel en la enseñanza de la Apiterapia y sus ramas; así como también, estimular la colaboración entre todas las Asociaciones de Apiterapia Internacionales.
4.- Fomentar la acción pública y privada y estimular la participación de la iniciativa privada en el progreso de esta disciplina.
5.- Defender los intereses de sus asociados, su dignidad y bienestar.
6.- Velar por el mantenimiento, restitución y promoción de la salud de la colectividad venezolana, en cuanto concierne a esta disciplina.
7.- Difundir y divulgar los conocimientos e investigaciones en Apiterapia, por medio de reuniones científicas periódicas, publicaciones y otros medios de difusión, a todos los niveles.
8.- Todo aquello que pueda propender al mejor y adecuado logro de los objetivos propuestos.

http://www.ava.com.ve/

Asociación Venezolana de Apiterapia

Dirección: Calle 26 entre Av. 3
y 4, C.C. Giuliana 3er piso, Local 31
5101 Mérida - Venezuela

Apartado Postal:
P.O Box Nº 383
5101-A Mérida
Edo. Mérida
Venezuela

Tel/Fax:
+58-274-8084106

Email: info@ava.com.ve

sábado, 20 de marzo de 2010

Acuerdo de la AN para investigar portales web que difundan falsa información

En la Gaceta Oficial número 39.389, de fecha jueves 18 de marzo de 2010, salió publicado el acuerdo de la plenaria de la Asamblea Nacional de Venezuela (AN), en rechazo a publicaciones en algunas páginas web que "incitan al odio, la violencia y conducen a la apología del delito" y la investigación que la Comisión Permanente de Ciencia, Tecnología y Comunicación Social y a la de Política Interior, Justicia y Garantías Constitucionales realizarán una investigación de los casos denunciados en referencia a este tema.

Asimismo, la AN exhorta a la Fiscalía General de la República, a la Comisión Nacional de Telecomunicaciones (Conatel) y a los órganos de seguridad competentes a iniciar de manera inmediata las diligencias pertinentes y establecer las responsabilidades que hallan lugar, reseñó ABN.

La AN considera que esas informaciones falsas crean un clima de inestabilidad, angustia y zozobra en la población venezolana, ante la publicación de falsas noticias relacionadas con funcionarios públicos.

Por lo tanto, cualquier sistema de medios utilizado para crear situaciones que alteren la paz y la tranquilidad de la población debe ser objeto de investigación.

Fuente: Venezolanos en línea.

jueves, 18 de marzo de 2010

El lesbianismo en Venezuela es asunto de pocas páginas: Literatura, nación, feminismo y modernidad

Con el ensayo que a continuación publicamos Gisela Kozak Rovero obtuvo el premio Sylvia Molloy y Carlos Monsiváis, otorgado por la Sección de Estudios de sexualidad de la Asociación de Estudios Latinoamericanos, a los mejores artículos académicos publicados en revistas revisadas por pares durante el período 2007-2008.

Texto copiado de ProDaVinci.



Sí, el lesbianismo en Venezuela es asunto de pocas páginas, como en todas las sociedades patriarcales de diversas épocas y latitudes, como en todas las literaturas, como en las más diversas disciplinas de las llamadas vagamente ciencias sociales y humanidades. Es parte del argumento de pocas novelas y cuentos en la narrativa venezolana, entregada hasta el día de hoy a los temas de la nación y de la violencia en una medida sólo comparable en términos continentales a las obsesiones por la construcción de la patria propias del siglo XIX y las primeras décadas del siglo XX; marca su escasa presencia en la poesía que aunque ha enarbolado sus derechos libertarios frente al corsé de la nación, tampoco le ha dedicado mayores espacios. El lesbianismo en Venezuela no tiene existencia ciudadana porque a pesar de los innegables logros de carácter político, social, económico y cultural obtenidos en el siglo XX, se ha permitido la exclusión de importantes sectores de la población. Esta exclusión ha dado pie, como dice el sociólogo y analista político Tulio Hernández, a “una cultura de la contramodernidad y un sentimiento redentor y jacobino para el cual la institucionalidad democrática es secundaria al lado de la justicia” (pág. 31); y sin institucionalidad los derechos de las minorías se hacen agua, así cierta izquierda radical pregone lo contrario (1).

El lesbianismo en Venezuela es conflicto de escaso proselitismo y organización, pues apenas en los últimos cinco años puede hablarse en mi país de organizaciones dedicadas exclusivamente a la mujer lesbiana. Y de nuevo, el lesbianismo en Venezuela es asunto de pocas páginas. ¿Cuál criterio me sirvió de orientación para incluirlas en este artículo? Tomando en cuenta que son tan pocas, obvié el rigor crítico que me emplazaba a definir los cauces particulares de una “literatura lesbiana” (Torras) para coincidir sin más con la definición de Elena Martínez (pág. 3-4): el término lesbiana se refiere aquí a la representación de la atracción sexual, erótica y amorosa entre mujeres. Tampoco discutiré lo que significa la noción misma de “mujer” y “lesbiana” como identidades y formas de agencia política (Butler; Scott; Torras; Lauretis). Mi ejercicio crítico sólo aspira a identificar y delinear con trazo muy grueso las sutiles, abiertas, secretas relaciones entre lesbianismo, literatura, nación, feminismo y modernidad en Venezuela.

Lesbianas sin nación, relato e izquierda

Venezuela en el siglo XIX compartió una sangre común con las otras naciones de Hispanoamérica en cuanto a la obsesión por la construcción de la nación. Entre nosotros también impactó la idea de que la sexualidad, el matrimonio y la procreación formaban parte integral de los dominios y objetivos mismos del estado pues se trataba del sagrado mandato de formar con acierto a los ciudadanos. Las “sexualidades desviadas”, verbigracia el lesbianismo, debían ser temas secretos apenas atendidos por el discurso médico, visión que de algún modo persiste en la gran mayoría de la población venezolana. (Molloy y Mackee Irwin xi-xiii; Silva Beauregard 153-158; 173-180). Pero, desafortunadamente, la modernidad venezolana no echó raíces en la otrora pujante civilidad de tantas mentes lúcidas –unas cuantas de ellas femeninas- y de tantos logros políticos y sociales de nuestro siglo XX (Caballero; Codetta; VVAA Historia…), sino en los “petrodólares”, en delirios faraónicos de modernización, en radicalismos de pasillo universitario, en hazañas de cuartel, en exclusiones sin fin, para terminar en el mismo pozo rocoso, militarista y patriarcal en el que comenzaron nuestros tiempos republicanos y en el que transcurrió nuestra historia hasta bien entrado el siglo XX. Esta situación ha permitido que la obsesión por la construcción de la nación -hermanada con el militarismo y la violencia- esté viva hasta hoy, como manifestación de la ya muchas veces comentada persistencia del espíritu decimonónico en la vida venezolana más allá de su modernidad amasada con petróleo. Con esta savia patriotera e insurreccional, con la persistente idea de fundar la república una y otra vez como si no hubiese nada que conservar, con una visión de la nación como hija de la hazaña del varonil procerato decimonónico conducido por el Zeus de nuestro Olimpo, Simón Bolívar, se han alimentado caudillos militares del siglo XIX y XX, demócratas del XX, guerrilleros marxistas (2) y el actual gobierno revolucionario, conducido por el caudillo-presidente Hugo Chávez Frías. Las minorías sexuales y la mujer en general sufren el peso simbólico y político de esta visión acendradamente falocrática de la nación y de la vida social.

Obras claves del canon literario venezolano han debatido en su seno estas pasiones por lo visto inmanejables lo cual atestigua su enorme importancia histórica y cultural (3). La nación y la violencia han sido, pues, protagónicas en la narrativa venezolana. Respecto al papel de la primera en la literatura venezolana, comenta Juan Liscano:

La literatura narrativa venezolana, cuya cuentística precedente de las escenas típicas, las estampas y bocetos de los costumbristas fue cultivada intensamente desde fines del siglo XIX, puede ser definida como el producto de una relación atormentada pero firme, nunca rota, entre la realidad social, histórica, geográfica y la realidad de la ficción. Con rarísimas excepciones…nunca se desligó de esa dependencia al parecer hereditaria. (…) nuestra literatura narrativa se mantiene apegada a lo terrestre -urbano o rural-, a lo anecdótico, a lo conformado por la sociedad, a lo vivido, a lo testimonial. Si bien se han producido, con el correr de los años, algunas audacias sintácticas, lingüísticas, estilísticas; si bien se pasó de la toma de conciencia de la realidad exterior a la de la realidad interior, al monólogo, a la introspección, a la recurrencia de la memoria, a la vigilancia de la actividad psíquica, a la aceptación de los imperativos sexuales y eróticos, de los fantasmas acosadores o compensatorios, a lo onírico…; si bien se enriquecieron los recursos y los procedimientos mediante el trato con los novelistas del llamado “boom” y los experimentos de última hora; lo determinante en nuestra literatura narrativa sigue siendo su lealtad a la realidad, la continuidad de su crecimiento en una misma dirección, lo retenido de su poder de fabulación y de explosión (pág. 30-31).

En relación con la violencia, Julio Miranda, el fallecido crítico y escritor cubano radicado en Venezuela, comentaba irónicamente refiriéndose a la narrativa de los jóvenes que empezaron a publicar en la década del noventa del siglo pasado que “La literatura de los nuevos no ha sido ´pacificada´: continúa, pero a su manera, aquella ´narrativa de la violencia´ que atraviesa el siglo, y que podríamos hacer arrancar incluso del XIX, si pensamos en Venezuela heroica (1881) y Zárate (1882), ambas de Eduardo Blanco (…)” (Miranda 40). Y no sólo la literatura atestigua esta situación; en la historiografía venezolana -hasta hace veinte o treinta años- las mentalidades, organizaciones sociales, creatividad intelectual, cultura, ejercicio de la ciudadanía, vida privada, diferencia y divergencia sociocultural, género, sexualidad, etc., ocuparon un mínimo espacio frente a los liderazgos políticos y militares, los conflictos armados o no, la economía y la construcción del estado (Torres “La memoria…” 15) (Quintero pág. 78). La milicia y el ejercicio del gobierno –relacionados con el “sentimiento redentor y jacobino” del que habla Hernández citado en el apartado anterior- son, pues, grandes protagonistas del imaginario histórico y cultural venezolano, en detrimento de la vida civil en su más amplio sentido

La visión de la sociedad venezolana como sujeto de redención a cualquier precio ha tenido en la pobreza su mejor caldo de conservación y ha prolongado la idea decimonónica del “macho” heterosexual como protagonista de la historia patria, idea que siempre ha conmovido el corazón de unos cuantos intelectuales venezolanos. El fallecido intelectual y narrador comunista Orlando Araujo justificó y aplaudió esta tendencia venezolana a la incivilidad militante al afirmar en su muy leído libro Narrativa venezolana contemporánea que “Venezuela es una historia de revoluciones frustradas en la búsqueda de su liberación verdadera…Sigo sosteniendo esa idea, y la otra fundamental, la de que la violencia es inevitable a la hora de construir un nuevo modelo de sociedad…” (pág. 252-253). Obviamente, las minorías sexuales no tenemos nada que buscar en tanto miembros de la patria, pues, recordando a Hannah Arendt (pág. 223), la violencia destruye el poder pero no lo sustituye y los más débiles quedamos sin derechos ni visibilidad. Hay que recordar, además, que Venezuela es un país con una fuerte tradición igualitarista que no igualitaria (4) y con innegables tendencias populistas. Nuestro igualitarismo calla las diferencias en pro de la ilusión de una sociedad en la que éstas son irrelevantes o forman parte de una vida privada que no hay que revelar en el espacio público. El populismo se asienta en la certeza de que los ciudadanos no son más que una masa a redimir y el estado el Mesías que salvará la patria. No es casualidad entonces que la revolución bolivariana haya insuflado nuevos bríos y restaurado en todo su esplendor de Leviatán criollo al estado populista, hipertrofiado y -como indica el ensayista Miguel Ángel Campos (pág. 9)-, protagonista solitario y absoluto de la vida nacional contemporánea:

(…) Parece que en Venezuela sólo tuviéramos la historia efectiva del poder, y éste reducido a la gestión del Estado. Lo curioso es que este Estado magnificado por los historiadores aparece en su más pura condición de ente aéreo, superpuesto a una ficción llamada pueblo. Él es la todopoderosa y casi única institución: hasta hoy, domina la dinámica de la sociedad constituida por acumulación. Salva o aniquila los haberes comunitarios, traza las fronteras y dispone el inicio de los planes de reacomodo de la vida pública y privada.

Y la existencia de este estado explica que multitud de demandas, expectativas sociales, inquietudes y divergencias son acalladas en pro de un consenso alrededor de que el principal problema por resolver es la pobreza a través del reparto abundoso de la renta petrolera. Pensar en los derechos de las minorías sexuales podría parecer hasta una frivolidad frente a los horrores de la miseria, hábilmente explotados por los gobiernos populistas venezolanos. Y estas minorías tampoco tuvieron eco, como en el caso de México desde los años ochenta, en los partidos de izquierda venezolanos. La izquierda partidista vernácula –con la excepción del Movimiento al Socialismo (MAS) en los años setenta- ha tenido siempre simpatías militaristas –conscientes o inconscientes- y estaba en agonía desde el punto de vista ideológico y organizativo hasta la llegada de Hugo Chávez. Por lo tanto, es una heredera anacrónica de aquella izquierda patriarcal y lesbofóbica (5) de los sesenta y poco tiene que ver con la reivindicación que los partidos de otros países han hecho de la causa de las minorías sexuales, como es el caso del centroizquierdista Partido Socialista Obrero Español.

Lesbianas sin nación, lesbianas sin relato, lesbianas sin izquierda… Pero, ¿y el feminismo?

Feminismo sin lesbianas

A diferencia de tantos otros países, en Venezuela la participación de las lesbianas en el movimiento feminista empieza apenas en los últimos años. ¿Discriminación de las feministas hacia las lesbianas? ¿Autoexclusión de las lesbianas del movimiento feminista? En todo caso, el feminismo venezolano –cuyos logros son extraordinarios e innegables- hasta hace pocos años no se ocupó de la discriminación de la mujer por orientación sexual. Es posible que pesara el hecho de que muchas de las militantes formaron parte de partidos políticos -de cualquier orientación ideológica- cuyo objetivo, simple y llanamente, era la conquista del poder con vistas a la transformación y salvación de la nación. En otros países como México, Estados Unidos o España, el feminismo desarrolló una serie de organizaciones independientes de los partidos políticos, lo cual facilitó la entrada de las lesbianas en ellas como militantes y también como fundadoras y organizadoras.

El feminismo venezolano ha tenido un toque puritano quizás porque ha sido preferentemente reformista, como afirma la crítica Márgara Russotto respecto al feminismo latinoamericano (pág. 23-42). Su búsqueda de consenso y su dependencia de sindicatos y partidos políticos no le permitía, probablemente, tocar bastiones inexpugnables tan caros al machismo vernáculo como son la heterosexualidad y la maternidad, con la consecuencia de que se ha discriminado por orientación sexual a las lesbianas (Espina pág. 93). En otras palabras, una de las mayores fortalezas del feminismo venezolano ha sido ganar numerosas batallas legales, desde el voto femenino en 1945 hasta los artículos referidos a la igualdad de género en la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela (1999), y es una historia que lo honra en la medida en que ha sido el fruto de generaciones enteras de mujeres dedicadas a las luchas sociales con perseverancia e inteligencia admirables (véase al respecto Castillo, Salvatierra; Codetta; Vera). Pero estas batallas han tenido el costo del reformismo y el consenso: las demandas de sectores minoritarios y débiles como las lesbianas quedaban fuera.

Por fortuna, el feminismo venezolano ha cambiado, entre otras cosas porque muchas de sus integrantes se han dedicado a la academia y a las organizaciones no gubernamentales en vista de la decadencia de los partidos políticos desde la década de los ochenta. De hecho, feministas como éstas fueron las que propusieron la no discriminación de la mujer por orientación sexual ante la Asamblea Constituyente de 1999, asunto del que hablaré más adelante. Pero, en todo caso, el activismo específicamente lesbiano en Venezuela se reduce a pocos nombres: el colectivo Amazonas de Venezuela y el Colectivo Feminista Josefa Camejo, el primero independiente y el segundo de orientación progubernamental. Unión Afirmativa contó con activistas lesbianas pero se define por una orientación más amplia de defensa de los derechos de homosexuales, lesbianas, bisexuales y transgéneros. El grupo Contranatura, colectivo de estudios “queer” constituido fundamentalmente por profesores (as) y estudiantes de la Universidad Central de Venezuela, tiene lesbianas entre sus integrantes. La Fundación Reflejos de Venezuela también pero se define como una organización defensora de los derechos humanos de un modo general. En cuanto a escritoras y académicas, lamentablemente tengo que confesar que la única que ha hecho militancia por los derechos de las lesbianas es quien suscribe estas líneas (me alegraría mucho que alguien me corrigiera y me indicara que estoy equivocada); no obstante, una feminista no lesbiana como Gioconda Espina ha escrito sobre el lesbianismo desde una perspectiva psicoanalítica y se han podido introducir cursos sobre el tema en distintas universidades. En todo caso, el activismo feminista específicamente lesbiano se reduce a pocas militantes -Jany Campos, Denis Orellana, Gabrielle Guerón, Marianela Tovar, Diana Cordero (argentina radicada en Venezuela), Gladis Parentelli (uruguaya radicada en Venezuela), Elena Hernáiz y Ana Margarita Rojas- cuya actividad se ha hecho evidente sobre todo en los últimos años.

Aunque es innegable que en Venezuela desde 1998 ha habido una movilización social sin precedentes cercanos que ha permitido un mayor espacio para las reivindicaciones de las minorías sexuales, las aspiraciones de éstas desde el punto de vista jurídico y de representatividad política chocan con el carácter populista de la revolución bolivariana, basada en una agenda de “grandes y urgentísimos problemas patrios”, los cuales se enarbolan con un lenguaje guerrero y dramático. “Asuntillos” como el aborto o la homosexualidad y el lesbianismo, pueden dejarse perfectamente –y como siempre- para después. En el movimiento bolivariano el lesbianismo no existe como tema político y la homosexualidad suele mencionarse como una forma de insultar al adversario, en lo cual los bolivarianos se hermanan con los hombres de la oposición. Una vez más, el estatismo brutal venezolano hace de la nación “el tema” por excelencia, con exclusión de la diversidad y pluralidad de los nacionales. De nuevo, y como siempre, los sectores minoritarios que no caben en la idea de pueblo pobre pero decente y heroico, hacen un papel menguado en la vorágine populista. Las agrupaciones defensoras de los derechos de homosexuales, lesbianas, transgéneros y bisexuales que intentan ejercer su actividad desde su apoyo al gobierno bolivariano han sido objeto de dilaciones, falsa comprensión, oídos sordos, uno que otro viajecito a algún foro internacional, una que otra participación en un foro nacional y un rechazo disfrazado de indiferencia. Así, la Asamblea Constituyente de 1999, compuesta en más de un 95% por partidarios de la revolución bolivariana, se negó en redondo a incluir la no discriminación por orientación sexual en la Constitución y tronchó cualquier posibilidad de legalización de las uniones homosexuales o lesbianas, a pesar de haber sido propuestas como parte de los derechos sexuales y reproductivos por una amplia gama de grupos de mujeres (García, Jiménez pág. 101-119) (Muñoz) y por colectivos como LAMBDA de Venezuela o Entendido, defensores de los derechos de las minorías sexuales (6).

Vista esta situación suena contradictorio que Juan Barreto, Alcalde Metropolitano de Caracas, haya respaldado el nada exitoso I Festival Socio-cultural Gay (diciembre 2005). Igualmente, las primeras marchas del Orgullo GLBT venezolano, el I Congreso sobre Diversidad Sexual (Ateneo de Caracas, 2001) y las I y II Jornadas sobre Diversidad Sexual (Universidad Central de Venezuela, 2002, 2004) se han realizado con participación de oficialistas y opositores, por lo que se podría pensar que este gobierno es permeable a la causa de las minorías sexuales a pesar de su ya mencionado rechazo y omisión en la Asamblea Constituyente de 1999. Explicaré la situación: en primer lugar, entre los partidarios(as) de la revolución hay feministas y luchadores(as) por los derechos humanos de todos los colores y tendencias, unidos por el liderazgo de Hugo Chávez. La política con respecto a las minorías sexuales ha sido dejarlas hacer, pero, si se me permite el juego de palabras, sin hacerles mayor caso. En segundo lugar, este gobierno, autoproclamado como “socialista del siglo XXI”, cuida las formas desde el punto de vista internacional (a pesar de su amistad con Corea, Irán, Libia y Cuba, países nada fáciles para las minorías sexuales) y no desea para sí, por ejemplo, la detestable trayectoria cubana en derechos humanos respecto a homosexuales, lesbianas y transgéneros. En este sentido, las reivindicaciones de las minorías sexuales no constituyen una causa simplemente venezolana y es necesario para el gobierno revolucionario no desafiar las corrientes mundiales en derechos humanos:

…en estos tiempos de globalización, las políticas de ciudadanía y sociedad civil se relacionan con procesos sociales transnacionales. Es decir, procesos en los cuales no sólo participan actores sociales cuyas prácticas se desarrollan en el marco de sociedades nacionales e incluso locales, sino además actores cuyas prácticas, de maneras diversas, se desarrollan a través de las fronteras de los Estados nacionales (en cursivas en el original) (Mato pág. 11).

El lesbianismo en Venezuela es asunto de pocas páginas

En la literatura venezolana la aparición del lesbianismo ha sido sesgada y encubierta, y todavía hoy su presencia es minoritaria en relación a otras literaturas del continente, más allá de unos pocos nombres. Que unas cuantas autoras sean lesbianas es irrelevante. La idea de que el escritor(a) está por encima del bien y del mal tiene un número sorprendente de seguidores(as) tomando en cuenta la época en que vivimos y el impacto en la intelectualidad venezolana de las diversas corrientes postestructuralistas (Jacques Derrida, Gilles Deleuze y Michel Foucault, fundamentalmente, pero también Jacques Lacan y Judit Butler). Además, el tema no es propicio para lograr un gran público; Venezuela es un país de relativamente pocos lectores(as) y la proyección internacional de la actividad intelectual y literaria es ínfima tomando en consideración su alta calidad en unos cuantos casos. En otras palabras, hay un público pequeñísimo en el país y casi inexistente fuera: muy pocas escritoras se atreven a hablar sobre el lesbianismo. Pero más allá de las decisiones individuales y políticas en torno a revelarse públicamente o no como lesbiana, las influencias intelectuales o la escasez de lectores(as), el campo intelectual venezolano posee características que ayudan a entender la muy tenue presencia del lesbianismo en nuestra literatura. En el año 2004 tuve la oportunidad de entrevistar a la novelista venezolana Ana Teresa Torres, quien describió la situación de este modo:

El rol de los intelectuales tiene que redefinirse, además, porque la gama de intereses sociales se ha multiplicado; el único problema no es la nación pues también existen conflictos que responden a determinados sectores o temas como el de la mujer. El caso de las mujeres intelectuales muestra resistencia a esta definición porque su voz todavía es escuchada de modo marginal, sin tener los efectos que podría tener la de un hombre, pero, en mi caso, no dejo de manifestarme por eso. Evito, eso sí, la confrontación directa…Pero no todas las intelectuales actúan de igual modo porque los venezolanos(as) –individualistas, anárquicos- somos poco proclives a la cooperación y solidaridad con intereses sectoriales. Aunque es cierto que ha habido participación política por parte de escritores y creadores en el contexto de la polarización actual [se refiere a la revolución bolivariana], persiste la actitud de huir de las causas sectoriales…Cada uno es genial y no necesita unirse con otro para nada. Este narcisismo impide que abandonemos nuestra identificación como “escritor(a)” o “intelectual” para solidarizarnos como personas con determinadas luchas, sobre todo algunas tan sensibles como el feminismo o las minorías sexuales (las cursivas son mías) (Kozak 35).

Coincido con Torres en esta descripción, pero sin olvidar que el “contra-canon” de la obsesión de la narrativa venezolana por la nación y la violencia a lo largo del siglo XX han sido la narrativa escrita por mujeres (y por algunos hombres) y la poesía, independientemente de que se trate de hombres o mujeres poetas. Refiriéndose a las escritoras que publicaron sus textos entre 1935 y 1958, Ana Teresa Torres y Yolanda Pantin comentan:

Cuando estas escritoras, como antes la poeta María Calcaño, asumen el riesgo de introducir los temas del deseo sexual, la amargura y el tedio del desamor, la soledad, la anulación del deseo femenino bajo la rutina del matrimonio y el sostenimiento de los ritos ancestrales como obligación existencial, están no sólo hablando desde una “zona bárbara”, contraria a la retórica nacionalista, sino exponiendo un problema, sin duda, político…Comienzan estas voces a erosionar la solidez del discurso público como escenario de las altas verdades históricas o gloriosas que desestiman la vida privada como si fuese el patio de atrás. Son estas escritoras las que, como actrices de reparto, miran oblicuamente hacia el espectador, cansadas probablemente de una historia sacralizante, todavía demasiado cercana de la épica independentista y triunfal (67).

Sin duda, a la narrativa y la crítica venezolanas les ha costado alejarse del abrumador tema de la nación, pero más les ha costado asimilar la relación entre literatura y sexualidad. Nuestra gran escritora lesbiana Teresa de la Parra (1889-1936) nunca ha sido reconocida como tal públicamente y todavía en Venezuela la crítica literaria es reticente al respecto. Tendrá que ser la crítica literaria de los departamentos de español y portugués en Estados Unidos –el caso de Sylvia Molloy, por ejemplo- la que relea su obra narrativa, sus cartas y su biografía desde una mirada que revela la presencia perturbadora de una sexualidad “otra”. La discreción respecto a Teresa de la Parra pone en evidencia “…cómo los prejuicios forjan los cánones literarios. La discriminación es un arma de doble filo, ya que el ´buen gusto´ a veces es máscara del pudor o de la cobardía, y puede llegar a funcionar como censor, marginando todo lo que el crítico prefiere que no se discuta, ni se mencione, ni se lea” (Balderston 27). Teresa de la Parra ha suscitado siempre respuestas críticas o simples pasiones absolutamente encontradas. Se le ha reconocido su sitial al lado de los más grandes escritores de Venezuela, pero se le ha acusado de apoyar la dictadura de Juan Vicente Gómez, quien gobernó el país veintisiete años hasta que murió en 1936; es vista como una feminista de avanzada pero ha sido cuestionada por su origen social oligárquico y por sus suspiros filo-hispánicos y premodernos; su belleza ha causado admiración e inquietud en iguales dosis, tanto como su soltería explicada con altisonancias de folletín decimonónico –simples chismes- al estilo de que no podía casarse pues se quedaría sin recibir una herencia (¿?). Teresa de la Parra encarnaba la modernidad en una dimensión que la provinciana y soñolienta Venezuela de aquel entonces apenas podía atisbar: los riesgos de la libertad estética, el individualismo vanguardista de no parecerse a nadie, la fulgurante intuición de que las ensoñaciones del progreso tenían mucho de formalidad y fruslería, la voluntad de vivir su vida a su estilo sin hombre que la protegiese. No deja de ser una ironía que los restos mortales de tan peculiar mujer –aristocrática al estilo de Oscar Wilde, homosexual como él- reposen en el Panteón Nacional junto con Simón Bolívar y otras figuras del duro y varonil procerato venezolano. En su época, marcada todavía por la figura del caudillo semental, autócrata y endiosado del siglo XIX, cuyo indudable paradigma fue Juan Vicente Gómez, comenzaba a soñarse otro país, encarnado esta vez en la figura del “ciudadano civilizador” que transformaría a la población, la naturaleza, la sociedad, la vida dentro de un ideario de orden, progreso y legalidad (Suárez 5). Teresa de la Parra no cabía en ninguno de estos mundos, que tenían claramente establecido el rol de la mujer como subsidiaria del rol masculino. Si fue aceptada y mimada lo fue por su belleza y su estilo femenino de acuerdo a las expectativas del momento. Pero más allá de su ansiedad por no ser calificada por su “sexualidad desviada”, Teresa de la Parra escribió líneas que si no fueron leídas en su ambigüedad lésbica es porque el heterosexismo es una cortina de gruesa tela negra; esas líneas son las dedicadas al trato entre sutil, adolescente y apasionado de Mercedes Galindo con María Eugenia Alonso, protagonista de Ifigenia, Diario de una señorita que escribió porque se fastidiaba (1924):

Cuando, al salir por fin de la penumbra me fui a saludarla, llevaba preparada mentalmente una frase muy expresiva, en la cual pensaba demostrarle mi exaltada admiración. Pero no bien me miró con sus ojos brillantes y curiosos de crítica finísima, y no bien aspiré yo el perfume sutil que como una flor exhalaba de su persona, cuando me sentí invadida por la parálisis absoluta de la timidez. Por lo tanto, después de haberme acogido y abrazado con esa naturalidad y soltura que son su principal atractivo, a mí, en correspondencia, sólo me fue dado el murmurar unas cuantas frases breves y corteses.

Durante el curso de la visita, Mercedes, con su admirable don de gentes, aparentando ocuparse poco de mí, se dirigió constantemente a Abuelita. Yo, entonces, libre de conversación, silenciosa e inmóvil, la observaba y observándola así, comprendí al punto, que más grande aún que su belleza, era su encanto, es decir, que llevaba a lo supremo de la perfección el arte de interpretarse a sí misma; porque mientras hablaba, la boca, las manos, los ojos, la cabeza, la voz, la sonrisa, todo, iba completando sutil y armoniosamente, con mil matices deliciosos, el sentido que expresaban las palabras (84).

Tendrían que pasar varias décadas para que otras narradoras, Dina Piera Di Donato y Ana Teresa Torres, retomaran el sendero abierto por esta “…erótica exclusivamente femenina, de complicidades, confidencias y cuidados…” (Palacios pág. 274) y se adentraran en ella sin las cortapisas que silenciaron a Teresa de la Parra. A partir de la década de los ochenta y especialmente la de los noventa del siglo pasado la crítica feminista venezolana plantea con todo vigor la necesidad de revisar el canon literario a la luz de las escritoras. Ya Venezuela ha entrado en una crisis profunda del modelo político democrático bipartidista y, como dije en el apartado anterior, muchas activistas de izquierda antes militantes de partidos políticos han tomado sus propios caminos a través de la academia –el Centro de Estudios de la Mujer de la Universidad Central de Venezuela, por ejemplo- o participan en organizaciones no gubernamentales. Los años sesenta con su carga libertaria en el sentido de las minorías sexuales habían hecho alguna mella en la provinciana y pacata clase media venezolana: un par de bares de lesbianas le daban discreta aparición pública a las “cachaperas” (7) de los sectores populares y a algunas de los sectores medios de Caracas, mientras otros hacían lo propio con las “high class”.

El silencio literario no terminó de romperse hasta 1991, año en que Dina Piera Di Donato (1959), radicada actualmente en los Estados Unidos, publica Noche con nieve y amantes. Esta cuentista y poeta le dio por primera vez rostro visible a la complejidad vital de la mujer lesbiana en la narrativa venezolana (Torres “Tradiciones…” 77). Realizó estudios de maestría y doctorado en la Universidad de París VIII, Francia y ha ganado varios premios de cuento y poesía. Su cuento “Bar Le Nuage”, perteneciente al libro mencionado, plantea la vida nocturna lésbica en Caracas en una clave profundamente excéntrica, teatral, pero sin ironía ni amargura. Narra el encuentro de una mujer joven con una mujer madura y aristocrática, una fotógrafa refinada hasta lo risueño y con un encanto presentado con cierto humor afectuoso:

La última pose fue la más dura. Me llevó hasta una mesa puesta. Había un desvalido monstruo horneado sobre una bandeja de plata. Un pollo de cinco patas o algo por el estilo. Sólo tenía que sentarme y mirar en lontananza. Llevaba un hermoso vestido incrustado de pedrería. Recogí las manos sobre el mantel pero no pude seguir las instrucciones porque me eché a llorar. Esta vez ella me dijo, con sus frases largamente sentidas, que me amaba y nos reímos mucho recordando la primera noche del Nuage, cuando con mi vergüenza por la histeria incontrolada y por el amor y por la lluvia me había ido corriendo y ella al seguirme se salvó del incendio criminal que estalló a la madrugada en el Nuage, un atentado a la embajadora, pero eso sería otra anécdota para otro libro, de Lou, seguramente (pág. 579).

Por supuesto, el lesbianismo ha ocupado su lugar en los relatos eróticos. La más importante de las novelas de este género que tocan el tema es La favorita del señor (2001), de la psicóloga, psicoanalista, ensayista y novelista Ana Teresa Torres (1945), por su calidad literaria indiscutible y su particular inserción en la obra de su autora, más bien inclinada hacia la historia venezolana y los conflictos de la mujer. Este relato –finalista del premio español La Sonrisa Vertical- es un desarrollo independiente de uno de los personajes de la novela Malena de cinco mundos (2000), texto en el que se sigue la vida de una mujer que ha reencarnado en diversas etapas históricas –antigua Roma, Florencia renacentista, la Venezuela de la colonia, el siglo XIX y el siglo XX. En La favorita del señor Aisa-Umm-al-Hakam, una mujer árabe con una impecable formación en artes amatorias, es llevada como esclava a la Europa de la Edad Media y sirve de maestra erótica a sus pocos diestros dueños. Veamos un ejemplo de su educación:

Quería tomar su pelo para tapar en él mi cara y oler su perfume de modo que se adhiriera a mi piel hasta que exhalara de mi propio interior. Y sentía un impulso irrefrenable, quería que Naryis obligara a mi cuerpo, aún más pequeño que el suyo, a arquearse boca abajo mientras ella se cimbreaba sobre mí como si se tratara de una animal de dos cabezas. Deseaba que Naryis hundiera su mano en mi vacío y todo mi cuerpo ardía en el solo pensamiento de que nadara en el pozo más profundo, mientras mi boca recibía a la suya y yo saboreaba su saliva como la más intensa bebida.

Y todo lo que deseaba ocurrió. Naryis extrajo de mí un gemido profundo y luego me sobrevino una ensoñación en la cual me encontraba viajando en otras esferas. No quería bajar de allí pues temía que ella, como en otras oportunidades, desapareciera de mi lado, pero en medio de mi respiración escuché la suya hablándome con palabras tan íntimas y tan hondas que me turbaban. Entonces me atrajo de nuevo junto a ella y enlazándose a mi cuerpo estuvimos conociéndonos hasta que guió mi mano a su interior y dejó que mis dedos lo recorrieran. Luego, llevada por el deseo de poder sentir que su piel y la mía eran la misma, profundicé mi lengua en ella, y después la abracé para sostener el llanto que su placer le provocaba (La favorita… pág. 28-29).

Dada la brevedad del inventario narrativo, me veo forzada a sumar al mismo mis cuentos “Dead can dance” y “Detrás del deseo” (en Pecados de la capital, 2005), sin hacer comentario alguno por razones obvias. Ahora bien, las poetas también se han adentrado en el tema del amor entre las mujeres en sus diversas dimensiones: inquietudes amorosas, deseo, soledad, pasión, silencio, pareja, marginalidad, goce, la búsqueda de un universo simbólico y erótico propio en una sociedad profundamente falocrática. Es el caso de la poeta, ensayista y exdirectora de la revista Quimera Ana Nuño (1957), radicada en Barcelona, España. Veamos los primeros y últimos versos de su “Sextina Lésbica” (del libro Sextinario, 1999), texto recogido en la antología de Pantin y Torres:

Tácticas, pero admitiendo el desorden.
Las palabras hechas a la medida
del rechazo, el cuerpo, todos sus cuerpos,
vestidos de día incluso de noche,
siempre dispuestas pero como al margen:
soberbias, desapercibidas, solas (619)

(…)

Orden, desorden reza la medida
de otros cuerpos. Los nuestros, en la noche,
son esta caricia: al margen, a solas (620).

Manon Kübler (1961) se ha dedicado al periodismo, al teatro y a los medios audiovisuales (Pantin, Torres 793). En su libro Olimpya (1992) se vale del poema en prosa para ubicar el amor lésbico en una atmósfera de extrañamiento, sin referencias espacio-temporales reconocibles en el presente. Es un amor asumido como intimidad absoluta, en los límites mismos de la vida pública y social:

la habitación gozaba del olor húmedo, apio, del mes de marzo. Ellas solían recogerse en un cómodo abrazo para colgar en redes la conversación. Se sabían extrañas, pasajeros ávidos equivocando el destino. Aquella coincidencia que las juntaba valía más que la misión que otra vez y para siempre las separaría. Hacían de la tarde un escenario indescriptible. (…) (pág. 696).

Verónica Jaffé (1957) es editora, docente e investigadora en la Escuela de Idiomas de la Universidad Central de Venezuela, con un doctorado en la Universidad de Munich, Alemania. Ha publicado crítica literaria, ensayo y poesía. Tanto en su libro El arte de la pérdida (1991), como en El largo viaje a casa (1994), aparece el tema del amor lésbico. El poema “Simple pregunta”, recogido en la antología Poesía en el espejo…, de Julio Miranda, pertenece al primero y, a diferencia de los textos citados de las otras poetas, su visión está más ligada al disfrute:

¿Sería tan absurdo insistir
y buscar
con los labios partidos
las piernas expuestas
dolor entrañable
en las vísceras tibias
de una noche paciente
convexa
cuando dos cuerpos se abran
voraces
serenos,
en el seno el sexo del otro,
buscar,
la encarnación
del placer absoluto? (236)

No es casualidad que estos textos no cuenten ni siquiera con veinte años de haber sido escritos y publicados. Sin duda la década de los ochenta diversificó las alternativas estéticas y los universos de la vida urbana y cotidiana centellearon en la literatura venezolana como nunca antes. Aunque la nación sigue siempre al acecho, las poetas y narradoras se han abierto a audacias impensables hace treinta o cuarenta años. Todas las marchas y contramarchas políticas, literarias, sociales y económicas del siglo XX han tenido su espacio en Venezuela y esa suerte de desconcierto académico e ideológico que tomó el vago nombre de debate modernidad-postmodernidad sacudió muchas certezas y abrió espacios como, por ejemplo, el extraordinario auge de la poesía y la narrativa escritas por mujeres. Sin duda, las narradoras y poetas mencionadas en este apartado forman parte de una elite ilustrada de alcance social minoritario; pero su aceptación dentro de la institución literaria venezolana y su formación intelectual y estética han permitido abrir una brecha dentro de la solidez de la lesbofobia venezolana que, sin duda, constituye un logro a reseñar.

Terminaré este panorama con una muy merecida mención a la página “web” Amazonas de Venezuela (http://www.amazonasdevenezuela.org), dirigida por las jóvenes Jany Campos y Denis Orellana. Sin duda, el sentido de la literatura de esta página “web” no obedece a los altos estándares de calidad estética, autonomía del campo literario y formación intelectual de las poetas y narradoras mencionadas, sino más bien a ese “derecho a narrar” del que habla Homi Bhabha como recurso frente a todas las exclusiones y totalitarismos políticos y sociales:

El gran atributo de la literatura consiste en dotar al lenguaje de la igualdad y de los derechos humanos del “derecho a la narrativa”: a contar historias que crean la red de la historia y que cambian la dirección en que ésta fluye. Pues la narrativa es a la vez discurso y acción, como lo afirmó Hannah Arendt en La Condición Humana, y es el medio a través del cual nos revelamos unos a otros. Cuando hablo de “derecho a narrar”, me refiero a todas esas formas de comportamiento creativo que nos permiten representar las vidas que llevamos, cuestionar las costumbres e ideales que nos llegan de la forma más natural y atrevernos a mantener las esperanzas y los temores más audaces sobre el futuro. El derecho a narrar puede habitar en una pincelada indecisa, entreverse en un gesto que fija un movimiento de danza o hacerse visible en un ángulo de cámara que paraliza el corazón (pág. 188).

Las mujeres que escriben para Amazonas… cuentos, poemas, breves historias de vida son bastante más numerosas que las pertenecientes a la institución literaria venezolana, y han visto la literatura como su modo de expresión preferente en una sociedad en que la lesbiana es invisible para otros discursos académicos y políticos. Apuestan a la posibilidad de la “auto-representación” en tanto una alternativa a su silenciamiento y cuestionamiento en el discurso de la psicología conservadora, la psiquiatría heterosexista, la jurisprudencia heteronormativa, los medios de comunicación. Su manera de ver el lesbianismo, una condición que las define frente a la sociedad, puede ser discutible en relación al necesario debate que han planteado autoras como Judit Butler -y, en general, la llamada teoría “queer”-, sobre los riesgos de una identidad lesbiana preestablecida. No obstante, se trata de un primer paso necesario en un país con un activismo muy débil. Las “páginas” virtuales de estas mujeres son necesarias como lo son las páginas de las escritoras de oficio, pues no cabe duda de que el lesbianismo venezolano es asunto de pocas páginas, pocas páginas que en el siglo que empieza a correr envían un mensaje de radicalidad estética y apertura democrática a una sociedad conservadora atravesada por el fantasma y la realidad de la violencia, por la hipocresía y el silencio, por un falso igualitarismo que desprecia la diferencia; pocas páginas que evidencian en su marginalidad y escasa resonancia las resquebrajaduras en el discurso de la inclusión ciudadana de los populismos de diverso pelaje; pocas páginas que sirven, finalmente, de testimonio de un modo de vivir al que la sociedad venezolana apenas ahora esta empezando a admitir como efectivamente existente.

El ensayo de Gisela Kozak Rovero fue publicado en el libro Sabanagay, Carlos Colina (ed). Caracas: ALFA, 2009.pp.113-134.


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(1) En Venezuela apenas hace pocos años se han empezado a discutir los derechos de las minorías sexuales. Como suele ocurrir en mi país, junto a los primeros balbuceos de organizaciones sociales en defensa de estos derechos han llegado también las propuestas políticas que los desestiman. Dada las carencias de Venezuela, su desastrosa relación con la noción misma de ley y de consenso social que trae como consecuencia la imposibilidad de un mínimo de reglas del juego, estimo la institucionalidad democrática como una verdadera conquista. Pensadores como Slavoj Žižek cuestionan el concepto mismo de derechos humanos y de institucionalidad democrática por considerarlos una farsa del capitalismo liberal triunfante (328), pero la experiencia histórica del siglo XX indica que sin esta “farsa” se instaura una verdadera cultura de la muerte como horizonte de la vida social: los fascismos de diverso pelaje, el comunismo, los fundamentalismos religiosos así lo indican. Me inclino entonces por posiciones como las de Hannah Arendt que revisa las paradojas inherentes al concepto de derechos humanos en el caso de los sectores excluidos de la sociedad, pero asume también la posibilidad de que estos sectores modifiquen su situación a través del poder como organización del colectivo y alternativa a la fuerza y a la violencia (223).

(2) Y es que ni la llegada de la democracia en 1958 logró calmar nuestro “sentimiento redentor y jacobino” (Hernández 31). El silencio literario y político de la lesbiana continuó imperturbable durante esta coyuntura en la que el riesgo romántico del guerrillero, natural descendiente del montonero venezolano del siglo XIX, convivió con el desarrollo institucional, económico y político de la conflictiva democracia venezolana. Estamos hablando de una Venezuela que recién salía en 1958 de una dictadura militar, se urbanizaba aceleradamente, masificaba la educación, recibía grandes oleadas de inmigrantes, poseía un extraordinario crecimiento económico y gozaba de una de las pocas democracias de la región, más allá de los indudables defectos del sistema. De hecho, nuestro movimiento guerrillero fue el único –si no me equivoco- que se levantó en los años sesenta contra un gobierno electo en comicios reconocidos como legítimos; otros movimientos se alzaron contra dictaduras militares. Este error ha sido ampliamente reconocido por los líderes guerrilleros de la época, entre ellos el fundador del partido el Movimiento al Socialismo y actual editor del diario Tal cual Teodoro Petkoff. Pero a pesar de este fracaso, la importante influencia intelectual de los izquierdistas de los sesenta en Venezuela hasta el día de hoy ha reforzado y remachado el conservadurismo propio de la sociedad venezolana en lo que se refiere a la orientación sexual: la heterosexualidad continúan siendo la inclinación correcta y única del ciudadano(na) modelo.

(3) Venezuela heroica (1881), de Eduardo Blanco -versión criolla de La Ilíada, de Homero-, Las lanzas coloradas (1931), de Arturo Uslar Pietri, Pobre negro (1937), de Rómulo Gallegos, País portátil (1968), de Adriano González León, Cuando quiero llorar no lloro (1970), de Miguel Otero Silva, Doña Inés contra el olvido (1992), de Ana Teresa Torres.

(4) Como dice el ensayista Miguel Ángel Campos: “La consecuencia más perdurable del igualitarismo no podía estar, obviamente, en el fortalecimiento de las relaciones comunitarias, ni en la sustentación del sentido de pueblo, ya que se trata de una actitud más que un valor, se origina en la reacción de unos grupos contra otros. Esa consecuencia pervive y crece en el debilitamiento del individualismo como conducta capaz de amparar elecciones tan variadas como la libertad, el arte, la soledad, el heroísmo, la disensión, todas ellas fuerzas antidemagógicas (…) (15).

(5) Los intelectuales y militantes de izquierda venezolanos de los sesenta eran inequívocamente homofóbicos y lesbofóbicos, pues el mundo socialista –Cuba, China, la Unión Soviética- lo era en grado sumo, tal como lo demuestran sus políticas oficiales, políticas que nos calificaban como una suerte de desechos de la sociedad burguesa, criaturas a las que habría que corregir o eliminar sin molestábamos demasiado. Y si bien la izquierda en otras latitudes, a partir del fracaso de los sesenta y de la caída del mundo socialista, se recicló en los nuevos movimientos sociales e incluyó a las lesbianas y los homosexuales entre sus demandas, la izquierda venezolana ha sido profundamente conservadora con respecto al tema.

(6) De hecho el activista Osvaldo Reyes apoyó públicamente a Hugo Chávez por su proposición de la Asamblea Constituyente, apoyo que no fue reconocido: Reyes se lanzó como representante a la Asamblea, pero el auge del chavismo y la abstención opositora le entregaron la Asamblea Constituyente a los partidarios del gobierno.

(7) Es el equivalente venezolano de “tortillera”.


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