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El 30 de enero de 1933, Hitler se convirtió en Canciller utilizando la vía electoral. Previamente, había fracasado por la vía violenta, en Munich, pero recibió un castigo insignificante por el golpe de Estado que intentó. Bajo la ficticia amenaza de un enemigo convenientemente creado, gracias al incendio del Reichstag que provocó el 28 de febrero, dictó un Estado de Excepción y la Ley para la Protección del Pueblo y el Reich.
Convalidó sus acciones con elecciones. Con plenos poderes legislativos hizo lo que le vino en gana. Acabó con el federalismo al transformar las entidades con poderes semiautónomos en órganos administrativos del gobierno central.
Unificó la jefatura de Estado y Gobierno, realizó una purga de funcionarios públicos y transfiguró al poder judicial en órganos del partido.
Resultó especialmente aventajado en el diseño de un sistema represivo basado en el terror: arrestos sin formula de juicio, persecución ideológica, destrucción física y moral utilizando mecanismos como el expolio, esclavitud, tortura y asesinato. La deshumanización del régimen llega a su tope normativo con las Leyes de Nuremberg, unas normas puestas en vigencia por el parlamento alemán, el 15 de septiembre de 1935, base de la política de segregación y la "Solución Final" del problema judío.
El plan incluyó la eliminación de los sindicatos libres con la confiscación de sus fondos y propiedades, persecución de sus líderes, prohibición de sus actividades y los sustituyó por una organización del partido.
Los nazis colmaron las actividades culturales, el flujo de información y crearon uno de los aparatos propagandísticos más eficientes de la historia.
Persiguieron las iglesias cristianas y crearon organizaciones paralelas. Utilizaron el aparato judicial como mecanismo de hostigamiento contra los sacerdotes como represalia por los pronunciamientos de la Iglesia alertando el peligro de esa ideología. Actuaron con especial saña contra los Testigos de Jehová, la Iglesia Nueva Apostólica, los científicos cristianos y los adventistas del Séptimo Día.
Hitler se esforzó por proscribir la instrucción religiosa. Tal acción se complementó con una reforma del sistema educativo dirigida a someter culturalmente al pueblo alemán mediante el adoctrinamiento de su juventud.
Los campos de concentración se crearon a principios de 1933. Los métodos usados para el exterminio fueron: maltrato, experimentos (esterilización de mujeres en Auschwitz y Ravensbruck, estudio de la evolución del cáncer de estómago en Auschwitz, del tifus en Buchenwald, investigaciones anatómicas en Natzweiler, inyecciones en el corazón en Buchenwald, injerto de huesos y extirpación de músculos en Ravensbruck), cámaras de gas, vagones de gaseamiento y hornos crematorios. Un horror que nunca será borrado de la memoria de la humanidad aunque Ahmadinejad y sus "amigos" se empeñen en negarlo.
Pero hay un hecho singular que destaca el célebre teólogo Hans Küng. Lo mencionaré por única vez. Sin la colaboración de las élites que dominaban la burocracia, la industria, la justicia, la medicina, el ejército, pilares fundamentales del imperio, ese régimen criminal no se hubiera mantenido en el poder. Un hecho tan triste como la conducta de algunos judíos que entregaron a los suyos para lucrarse y que, al final, terminaron como víctimas de su pecado. Pero mejor no hablar de ello porque la experiencia se puede repetir...
Un profesor de economía de una Universidad Norteamericana que nunca había reprobado a uno de sus estudiantes, en una ocasión tuvo que raspar la clase entera. Cuenta que esa clase le insistió que el socialismo sí funcionaba, que en éste sistema no existían ni pobres ni ricos, sino una total igualdad. El profesor les propuso a sus alumnos hacer un Experimento en clase sobre el socialismo. Todas las notas iban a ser promediadas y a todos los estudiantes se les asignaría la misma nota de forma que nadie sería reprobado y nadie sacaría una A. Después del primer examen, las notas fueron promediadas y todos los estudiantes sacaron B. Los estudiantes que se habían preparado muy bien estaban molestos y los estudiantes que estudiaron poco estaban contentos. Pero, cuando presentaron el segundo examen, los estudiantes que estudiaron poco estudiaron aún menos, y los estudiantes que habían estudiado duro decidieron no trabajar tan duro ya que no iban a lograr obtener una A; y, así, también estudiaron menos.¡El promedio del segundo examen fue D! Nadie estuvo contento. Pero cuando se llevó a cabo el tercer examen, toda la clase sacó F: ¡raspados todos!Las notas nunca mejoraron. Los estudiantes empezaron a pelear entre sí, culpándose los unos a los otros por las malas notas hasta llegar a insultos y resentimientos, ya que ninguno estaba dispuesto a estudiar para que se beneficiara a otro que no lo hacía. Para el asombro de toda la clase, ¡todos perdieron el año! y el profesor les preguntó si ahora entendían la razón del gran fracaso del socialismo. Es sencillo: Simplemente se debe a que el ser humano está dispuesto a sacrificarse trabajando muy duro cuando la recompensa es muy atractiva y justifica el esfuerzo; pero cuando al ser humano se le quita ese incentivo, nadie va a hacer el sacrificio necesario para lograr la excelencia. Finalmente, el fracaso será general, la violencia reinará y sólo quienes dirigen a la masa mantendrán indefinidamente sus beneficios.
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